Fue en un movimiento
de esos en los que la confianza vaga en el desparpajo; porque entre ambos había
una confianza casi ciega, y así sus movimientos y su comportamiento eran
libres, con esa libertad que sólo se tiene en la soledad, la misma libertad con
la que se movía su seno.
Ese cuadro lo
había visto en otro lado. Ya recuerdo, fue en aquella película basada en la
novela de Laura Esquivel; Ahí está Lumi Cavazos de hinojos, moliendo en el
metate, la blusa descargada y a través del ovalo prendido a su cuello se mira
el seno distendido hacia abajo por su mismo peso; en la punta un pezón claro,
como si el seno escurriera y terminara en una gota de piel condensada que jamás
cae.
Esa tarde de
sol lacerante ella se inclinó a hacer no sé qué, pero hubo de encorvarse un
poco frente a mí, dejándome una armonía colorida de varias texturas: el algodón
verde en primer plano, más al fondo dos senos pequeños y generosos, de piel
clara, sostenidos por dos copas azul rey. Más allá, como un lienzo de su misma
carne, su vientre plegado. El juego de sus manos por lo que estaba haciendo
provocaba que los pechos bambolearan en las copas, como dos esferas agitadas.
Ella no supo nada. Yo no dije nada tampoco. Se
incorporó y con la muñeca de su brazo derecho limpió un poco de sudor en su
frente, y así, como si nada, seguimos la tarde. Yo me apropié de esa imagen
dejada ahí por azar, como quien se apropia de un coralillo que ha visto tirado
en la playa.
“Tita supo en carne propia por qué el contacto con el fuego altera los elementos, por qué un
“Tita supo en carne propia por qué el contacto con el fuego altera los elementos, por qué un
pedazo de masa se convierte en tortilla, por qué un pecho sin haber
pasado por el fuego del amor es un pecho inerte, una bola de masa sin ninguna utilidad. En sólo
unos instantes Pedro había transformado los senos de Tita, de castos a voluptuosos, sin
necesidad de tocarlos."
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