Desde nuestro estado la vida en pareja puede tomar dos aspectos: el de un campo de concentración con cercas minadas o el de un jardín edénico.
Algunos de nosotros somos reticentes a relacionarnos con alguien por todo lo malo que llegamos a ver en la mayoría de las parejas, tenemos a la vista una cantidad considerable de relaciones fallidas en las que -por una razón que no siempre comprendemos- sus integrantes se fuerzan a mantener como una corona de espinas. Si bien una relación no tiene que ser pura felicidad (¿en verdad no es posible?) Creo que la balanza, si no equilibrada, tampoco tiene por qué estar inclinada hacia la resignación.
No queremos pareja -o casarnos-, porque eso que vemos esta muy alejado de lo que un soltero o una soltera que se respeta desea en su vida. Mejor así nos quedamos.
Pero si en nosotros aun queda algún deseo inconfeso de encontrar a "alguien" con quien convivir de forma más personal e íntima, creo que aspiramos a algo mejor, por lo menos distinto de las aberraciones que vemos. Y eso compone la otra visión que nos formamos de lo que podría ser una buena relación de pareja o un buen matrimonio.
No quieres acabar diluido por tu pareja, mucho menos coartado. Esperas poder compartirte y conocer una parte del mundo a través de tu pareja. Celar, es convertir la relación en una prisión para dos.
Esa imagen de las relaciones ordinarias, tradicionales, es la de prisiones a las que uno se somete voluntariamente, pensando que "el amor" hará tolerable la sujeción y la represión de nuestras aspiraciones como seres individuales. Ya en la vida en pareja los planes de cada uno desaparecen, los ímpetus por aprender algo nuevo se posponen y la libertad se pierde. Así mal funcionan la mayoría de las relaciones hasta que explotan acabando en infidelidades en el mejor de los casos y en la muerte en casos lamentables.
Al menos yo, prefiero la soltería solitaria a la compañía tormentosa. Así me parecen la mayoría de las relaciones de pareja, aunque la esperanza esta en aquellas con relaciones verdaderamente armónicas y sanas en las que crecen juntos antes que acabar por anularse.
Desde nuestro estado podemos aprender; es triste ver como muchas parejas viven en la frustración y el arrepentimiento. Aunque, he de decirlo, no lo confiesan ya que al hacerlo negarían a sus hijos y para muchos estos son lo único rescatable de su precipitada decisión.