Playboy nunca fue una revista pornográfica, ni siquiera la
consideraría sexual. Se trataba más bien de una revista dirigida a los intereses
masculinos con su respectiva carga de mujeres “perfectas” posando desnudas. Fue,
y sigue siendo, de las revistas que más abusaron del retoque fotográfico exhibiendo
mujeres de piel inmaculada y cuerpos perfectamente delineados.
Creo que la revista ha sido el paradigma de la sexualidad
norteamericana: una revista para una sociedad católica que buscaba un poco de
rebeldía sexual. Porque librados de ese absurdo temor a la desnudez, Playboy
bien podría leerse en cualquier cafetería, porque eso hay que reconocerle, ha
sido una revista con buen contenido editorial.
Evidentemente los tiempos cambian y creo que Playboy se
enfrentó a la disyuntiva de pasarse al lado de las revistas que exhiben
genitales a lo bruto o sostenerse en lo que ha sido su columna vertebral: una revista
masculina por tradición no sólo por las mujeres desnudas que aparecen en sus
páginas, sino por la línea editorial que siempre han manejado dirigida al
lector masculino. Ahora, cuando ver mujeres desnudas está al alcance de
cualquiera y que el movimiento feminista ha dado batalla a los estereotipos de
la “mujer perfecta”, el uso de cuerpos desnudos excesivamente retocados deja de
ser un atractivo principal.
Playboy era una revista que se leía en la intimidad, en la
soledad; ahora, ya sin los desnudos, pasará a ser una revista leíble a toda
hora, en todo momento y en cualquier lugar. Creo que ha sido una buena decisión.
Aunque esto nos muestra cómo a pesar de que el acceso a la sexualidad gráfica
es ilimitado, aún la desnudez sigue siendo objeto de tabúes frente a la
exhibición descarada y morbosa de las escenas violentas en los diarios y
revistas de más circulación. Puedes leer sin problema Proceso, News Week, o
cualquier diario que exhiba fotografías de cadáveres o escenas de guerra; pero
no puedes sacar una Playboy en un Starbuks porque te tildaran de enfermo. Así
la moral moderna.
En mis años en este planeta sólo una vez compré la revista y
la tuve que ocultar. Jamás lo volví a hacer ya que implicaba el trabajo de
tener que buscarle un escondite. Ahora creo que podré comprarla y leerla sin
problema en cualquier cafetería. Playboy se ha visto en la necesidad de cambiar
para volverla accesible; por el contrario, en todos estos años la sociedad no
ha cambiado su postura ante la desnudez.
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