domingo, 17 de mayo de 2015

Un atrevido donjuán

Un Atrevido Don Juan (Don Jon, su título original)

La estereotipada vida del soltero, así, tal cual la mayoría la imagina.

Es cierto que siendo solter@ puedes acostarte con quien sea, aunque habría que agregar en letras chiquitas “cualquiera que lo desee”. Sin embargo, según dicen algunos estudios, y yo podría corroborarlo, los casados o quienes tienen pareja tienen más sexo que l@s solter@s.


En efecto, quizá la mayoría de l@s solter@s vemos más pornografía que los que tienen pareja. Es una de nuestras válvulas de escape sexual, y al contrario de quien tiene pareja y tiene acceso con relativa facilidad a intercambios sexuales, para nosotr@s el poder estar con alguien es un poco más complicado hasta por cuestiones de logística.

El personaje Jon Martello vive sólo, dedicado a su auto, a sus amigos, el gimnasio, la pornografía y las mujeres (aquí podría preguntar ¿por qué nunca se ha hecho una película así sobre una soltera?).

Debo confesar que es cierto y aunque parezca una obviedad hay que reconocerlo, lo que se ve en la pornografía dista mucho de suceder en la realidad. Supongo que tiene que ver con varios factores que pueden comenzar con la práctica, el conocimiento de nuestra pareja y las libertades que tengamos de hacer determinadas cosas.

Las actrices porno son eso, actrices y se les paga para que hagan cosas que pueden o no agradarles (como en cualquier trabajo). Si tu pareja en turno dice “esto no”, te chingas, porque no estamos para obligar a alguien a hacer algo que no quiere. En mi experiencia es muy difícil encontrar una mujer que haga absolutamente todo lo que hace una actriz porno y siempre hay algo a lo que le dirán NO. Creo que es más fácil cuando conoces a tu pareja, por lo que en una primera y, quizá, única vez será difícil explorar todas las posibilidades que en un guion se pueden condensar.

Debo decir que en este tipo de historias las mujeres son seres casi inanimados y carentes de voluntad,  altamente persuadibles y manipulables. En la realidad, esto es falso.

La mayoría de mis relaciones “casuales” han sido con mujeres nada casuales, amigas a quienes aprecio, mujeres que con toda su voluntad han decidido estar conmigo. Jamás me he valido de la persuasión, al menos no a un nivel mezquino llevado por la mentira y el engaño. En las películas las relaciones se dan de forma inequitativa, donde el que gana es el hombre y la mujer queda como una fácil, un ser conquistado y, como he dicho, sin voluntad alguna.


¿Puede existir una relación de mutuo acuerdo, así, tan casual y sana como ponerse de acuerdo para disfrutar de una tarde de teatro? Sí, y creo que es lo mejor, sin menoscabo alguno y en una relación de completa paridad.  

La película tendría algunos otros puntos a considerar, pero sería mucho intentar tratarlos en una sóla entrada y es muy seguro que en otro momento los abordemos.

Y aquí cabe retomar la pregunta entre paréntesis y adelantar una respuesta. Creo que nuestra sociedad aún no está lista para aceptar la vida relajada de una soltera como celebra la de un soltero.  

L@s Solter@s y el valor de su tiempo

L@s Solter@s y el valor de su tiempo

Me he dado cuenta que algunas personas suelen ver a l@s solter@s como personas disponibles, ociosas, y que su tiempo es menos valioso que el de ellos. La gente suele ser muy insistente y menoscabar nuestras razones cuando decimos que NO.

Nosotr@s disponemos de una libertad que algunos no tienen y distribuimos nuestro tiempo en actividades que para otros son meros lujos, por ejemplo el ocio, las actividades artísticas, acudir a cursos, quedarse en casa o en un café leyendo medio día, etc. Lo que para algunos son lujos, para nosotr@s es una rutina.




Entonces, cuando alguien te invita a su casa o a una reunión y le dices que no, que piensas quedarte en casa viendo películas, o ir a tu clase de baile, o a tu curso sabatino, parece que toman todas estas actividades como un relleno de actividades prescindibles, una ocupación, una mera actividad para no caer en el ocio: lo interpretan como un “no tiene nada qué hacer” y no suelen respetarlo. Claro, lo que es difícil percibir y aún más comprender para ellos, es que nosotr@s estamos libres de muchas obligaciones, nuestra vida es más un “querer” que un “deber”; ellos han priorizado el “deber” sobre el “querer” y los deseos han pasado a segundo término, y como han perdido valor en su vida, menos lo van a valorar en la nuestra. Las reuniones familiares, las fiestas infantiles, los quehaceres domésticos, la revisión de la tarea de sus hijos, etc. son una obligación para ellos, para nosotr@s una opción, cuando no algo inexistente.



A veces es un poco molesto que sean tan insistentes e irrespetuosos. Yo quiero quedarme sólo –o acompañado- en casa, hacerme una chaqueta, jugar video juegos, leer, escribir, ver una película, cocinar, lavar mi ropa, etc. Y esto es importante para mí, muy importante desde el hecho que es algo que deseo hacer. A l@s solter@s nos gusta la compañía, pero también podemos estar en soledad; así, podemos decidir entre estar en buena compañía o en una buena soledad, sí lo que nos ofrecen no supera en calidad una soledad a gusto, no nos llevarán a la fuerza. Personalmente me gusta mucho ir a las cafeterías y pasar ahí el rato leyendo u observando simplemente; pero prefiero cuando estoy en compañía de alguien, charlando, intercambiando opiniones de cualquier cosa, una cosa a gusto. Pero sí esa compañía la anticipo desagradable yo escojo mi soledad y debe ser respetada. Es una libertad que tenemos y no es que seamos cortad@s o mamones, es que nosotros aún podemos decidir entre el “deber” y el “querer”.


Confieso que muchas veces he tenido que inventarme “deberes” para poder safarme y disfrutar de lo que quiero hacer; lamentablemente las personas dan más importancia al “deber” que el “querer”, así, he mentido muchas veces. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

Las bondades de la soltería

Vivo en un departamento en la zona metropolitana de la ciudad de México, y fuera del ámbito laboral nadie me dice qué hacer y no le doy cuentas a nadie; es decisión mía lo que hago con mi tiempo, lo que compro, lo que escucho, lo que veo, con quién salgo, a quién llevo al departamento, las películas que miro, lo que como, lo que visto, las horas que duermo, la forma en que gasto los ingresos, los cursos que tomo, mis horarios de salida y llegada, en suma, es una libertad de la que muy pocos llegan a disfrutar en la vida.

Aunque se dice que por naturaleza somos seres sociables, la vida de solter@ es un estado en el que posees una libertad única. En cualquier relación de pareja las decisiones se comparten; si hablamos de matrimonio con hijos, la vida de la pareja se encuentra muy determinada por estos. Cuando eres solter@ tus decisiones son lo que se cumple: tus deseos son órdenes casi en todos los casos.






Ilustremos lo anterior con un domingo en la mañana. Te levantas en el momento que lo decides; desayunas lo que te parezca mejor y determinas si saldrás de casa o no. Ves la película que deseas, así sea la que has repetido innumerables veces. Quizá duermas otro poco. Puedes leer largo y tendido, escuchar tu música favorita, cantar, pasear desnudo en tu casa. A cualquier hora puedes decidir salir de casa pues puedes cambiar de planes cuando quieras sin que a nadie le importune. Puedes enviar y recibir mensajes en tu teléfono durante todo el día sin necesidad de ocultarlo; invitas a alguien a comer, no hay problema de tiempo. Si comes en compañía de alguien lo harás en paz, mirando como el padre en la mesa contigua apenas y puede disfrutar sus alimentos mientras su pequeño le gana la batalla de habilidades.  Tu regreso a casa no tiene premura. Si por alguna razón conoces a alguien en la calle puedes charlar largo y tendido sin prisas, sin miedos, y puedes pedirle su número sin problema; quizá la noche te la pases mensajeando con esa persona.  Vuelves a tu casa, nadie se ha comido tu yogurt ni se ha bebido tus cervezas. Puedes beber una si lo quieres y ponerte a leer sin interrupciones;  ver una nueva película o jugar un video juego. Decides dormir y lo haces.        

Algo más. Tus ingresos suelen ser suficientes para tu supervivencia y para varios lujos. Puedes pagar cursos y tomarlos sin problema. Estudiar algo si así lo quieres. Ahora decides incursionar en la pintura; en un mes, abren un curso de baile y lo tomas. Quizá un idioma, un viaje, un nuevo gadget, unos zapatos caros, cosas curiosas que puedes adquirir sin el conflicto de pensar en si son útiles o no.

http://los7pecadoscapitales.com/neosolteros-un-estilo-de-vida-por-conviccion/

La soltería es, en suma, un estado de libertad, de conocimiento y disfrute de uno mismo. Es la calma o la euforia; el silencio o la melodía; el andar o el reposo; la orgía o la soledad; el capricho o lo pragmático; cultivarse o vivir el ocio. Y puede serlo todo, cuando uno lo desee, cuando uno lo quiera.

La soltería es la distensión de los placeres, un fluir en el espacio y el tiempo con plena libertad. 

lunes, 4 de mayo de 2015

De la necesidad de tocar unos pechos

Para el catálogo de los sentidos existen muchas formas de halagarlos. Por ejemplo, para el sentido de la vista encontramos su satisfacción en infinidad de cosas: una flor, una playa, una aurora, un amanecer, un insecto, una mascota, la noche, el día, una mujer, un hombre.
Para el oído es similar: hay infinidad de canciones y sonidos que lo acogen y que lo deleitan, son las melodías de las apacibles olas de un remanso, las notas de un piano, la risa de un niño o el sonido del aire enroscándose en las hojas de los árboles.
En el gusto también encontramos un universo de sabores en las frutas, los alimentos, las bebidas, los besos, el sexo, el cuerpo, el vino, etc. Y ¿qué decir del olfato? Innumerables son los aromas que encontramos en la naturaleza, en el manejo artificial y su combinación en fragancias exquisitas; en el vapor aromático de los alimentos, los postres y también las bebidas.

Sin embargo, en lo que a mí respecta, para el sentido del tacto la cúspide de las emociones se encuentra ocupada por la experiencia de tocar unos pechos femeninos.



Mi primer contacto con ellos fue en la adolescencia al acariciar unos senos púberes a través de esos suéteres gruesos del uniforme. Entonces, tiempo después, llegó la experiencia del contacto a flor de piel: fue como sostener en la palma de la mano una yema tibia, una yema que afortunadamente no se escurre entre los dedos ni se deshace al presionarla. Son los pechos que siempre retornan a su sitio, que siempre recuperan su bella forma.
El mayor placer de acariciar unos pechos no sucede en el acto sexual, sino en la caricia espontanea que sucede a cualquier hora.
Desde entonces extraño cada momento en que mis palmas no reposan sobre unos.

Yo no sé por qué, a veces, en esos momentos de extrema hostilidad cuando las horas son abruptas, me sobreviene un deseo de acariciar unos pechos. ¿Será la sabia memoria que recuerda el remedio de los males, o la nostalgia por los placeres perdidos? O será tal vez la sinécdoque que representan: la mujer como un todo, como un punto de inflexión que puede hacerte olvidar de todos los males.  


sábado, 2 de mayo de 2015

Soy Alan, tengo 36 años y soy soltero.

Mi nombre es Alan, soy mexicano, tengo 36 años y estoy soltero.

Todo va bien hasta que dices que eres soltero. Eso algunas personas lo ven como una disfuncionalidad cuya gravedad es proporcional a la edad que tengas. La soltería es interpretada como sinónimo de inadaptación, de soledad, de incapacidad para “conseguir” una pareja, como si se tratara de conseguir un auto.

Creo que aún en nuestra sociedad la soltería no esta bien aceptada, vamos, no es vista de forma “saludable”. Lo sano para un ser humano es la pareja, el matrimonio, la familia tradicional y milenaria, incorruptible.

Resulta difícil concebir que un ser humano decida vivir en la soltería; automáticamente te conviertes en el depósito de la conmiseración, en el solitario, el inadaptado, el amputado emocional; te miran como a un ser incompleto, inconcluso, extraño y extravagante.

En esta sociedad la soltería es vista casi como una herida a la que todos quieren curar. ¿A quién que sea solter@ no han intentado “curarl@” presentándole amig@s, instándol@ a que salga, que vaya a bailes, a reuniones, etc.?

¿Necesitamos ser curados? ¿Estamos, de alguna manera, enfermos? ¿Somos seres necesitados, carentes de amor? Por oposición, parados en el punto de referencia desde el que nos miran –o sea, desde la vida en pareja- ¿Los casados son felices? ¿Todas las parejas son funcionales? ¿Es en pareja donde se alcanza el estado ideal? ¿Todo hombre o mujer que vive en pareja es “sana”?

Parece ser que en últimos años la soltería va siendo una opción más de vida y no sólo una consecuencia trágica. Parado en mis 36 años, conozco mujeres y hombres que, como yo, viven solos. Pero aquí me refiero no solamente a no contar con una pareja sentimental, sino también a quienes vivimos sol@s, literalmente. Pero me parece justo incluir también a aquellos quienes son padres o madres solter@s.

Y la soltería, para quienes las han vivido, la viven o jamás la vivieron –mal por estos últimos- tiene sus convenientes e inconvenientes. También, como el matrimonio, adolece de sus mitos y de sus prejuicios.

Así, derivado de todo lo que pueda pensarse, me he dispuesto develar mis teorías, mis experiencias y, en suma, mi visión desde el interior de éste universo de posibilidades y desdichas llamado La soltería.