lunes, 4 de mayo de 2015

De la necesidad de tocar unos pechos

Para el catálogo de los sentidos existen muchas formas de halagarlos. Por ejemplo, para el sentido de la vista encontramos su satisfacción en infinidad de cosas: una flor, una playa, una aurora, un amanecer, un insecto, una mascota, la noche, el día, una mujer, un hombre.
Para el oído es similar: hay infinidad de canciones y sonidos que lo acogen y que lo deleitan, son las melodías de las apacibles olas de un remanso, las notas de un piano, la risa de un niño o el sonido del aire enroscándose en las hojas de los árboles.
En el gusto también encontramos un universo de sabores en las frutas, los alimentos, las bebidas, los besos, el sexo, el cuerpo, el vino, etc. Y ¿qué decir del olfato? Innumerables son los aromas que encontramos en la naturaleza, en el manejo artificial y su combinación en fragancias exquisitas; en el vapor aromático de los alimentos, los postres y también las bebidas.

Sin embargo, en lo que a mí respecta, para el sentido del tacto la cúspide de las emociones se encuentra ocupada por la experiencia de tocar unos pechos femeninos.



Mi primer contacto con ellos fue en la adolescencia al acariciar unos senos púberes a través de esos suéteres gruesos del uniforme. Entonces, tiempo después, llegó la experiencia del contacto a flor de piel: fue como sostener en la palma de la mano una yema tibia, una yema que afortunadamente no se escurre entre los dedos ni se deshace al presionarla. Son los pechos que siempre retornan a su sitio, que siempre recuperan su bella forma.
El mayor placer de acariciar unos pechos no sucede en el acto sexual, sino en la caricia espontanea que sucede a cualquier hora.
Desde entonces extraño cada momento en que mis palmas no reposan sobre unos.

Yo no sé por qué, a veces, en esos momentos de extrema hostilidad cuando las horas son abruptas, me sobreviene un deseo de acariciar unos pechos. ¿Será la sabia memoria que recuerda el remedio de los males, o la nostalgia por los placeres perdidos? O será tal vez la sinécdoque que representan: la mujer como un todo, como un punto de inflexión que puede hacerte olvidar de todos los males.  


No hay comentarios.:

Publicar un comentario