domingo, 14 de junio de 2015

Emancipación femenina: libertad para ambos.

El pensamiento machista puede compararse con una prisión en la que cohabitan prisioneras y celadores. Sin saberlo, el celador es un prisionero pues por la naturaleza de su “actividad”, permanece cuidando en todo momento al prisionero, lo que lo
reduce a un prisionero más al que podríamos considerar con ciertos privilegios.

Mantenerse cuidando a alguien en una prisión dista mucho de ser una “actividad”: ahí están los dos, cerca uno del otro, aislados del mundo, de la actividad corriente, mirándose todos los días en una rutina tan monótona y tan insípida en donde la espontaneidad y la sorpresa han desaparecido del todo. Nada ocurre ni ocurrirá en ese lugar que no sean los exabruptos repentinos de la frustración, espasmos repentinos ante tan extenuante inmovilidad. ¿Qué tipo crecimiento, de superación personal puede haber para estos dos individuos?  



Sucede lo mismo en un ambiente regido por el pensamiento machista donde el hombre, el varón, toma el papel de celador de la mujer. Él se aboca a celarla, a acotarla sus movimientos, a restringirla en sus potencialidades; empeñado en esta tarea, el varón no tiene tiempo para lo demás. Sus pensamientos están ocupados en juzgar a la mujer, en vigilarla y, en el paroxismo de la mediocridad, hasta en teorizar sobre las razones por las que él varón debe celar* a la mujer.

Creo, entonces, que en el momento en que una sociedad, tanto los varones como las mismas mujeres que a veces justifican y aceptan esta prisión, en el momento en que derribemos por completo esa prisión hombres y mujeres recuperaremos una libertad que nos hará crecer como sociedad, en conjunto, con un esfuerzo multiplicado.

El pensamiento machista ha aprisionado a los hombres con enormes cargas, desde el aspecto económico hasta el sexual: en esta prisión el hombre es el proveedor, el pilar del crecimiento, el valiente, el audaz, el duro, el fuerte, el imperturbable, el que siempre debe dar el primer paso, el que debe vencer en solitario todas las batallas, el responsable del placer sexual de su pareja, el que todo lo debe poder.



Con el advenimiento de la mujer y derrumba paulatino de esa prisión machista, las mujeres recuperan su libertad y los hombres también.

Aquí, en este espacio, creemos que una mujer debe determinar con total libertad la forma cómo debe llevar su vida, la pareja con la que quiere relacionarse y la forma como desea hacerlo. La mujer ya no vale en relación a la pareja que tiene, ni debe ser vista como una “bruja” por vivir en soltería, ni “quemada” por ejercer su plena libertad sexual.

La libertad implica una responsabilidad completa sobre sí mismo y, como ya he mencionado, la soltería representa plenamente esa responsabilidad. La mujer se hace responsable de sí misma, de su vida, de su moral, de su manutención, de su sexualidad, de su superación personal y profesional. El hombre hace lo mismo de su vida, y en esta independencia mutua, es mucho más posible que si se llega a tener una relación, entonces estará más enfocada a la convivencia y al afecto, y no como un simple juego de roles impuestos y más parecidos a una prisión social o cultural.


*Celar: cuidar, velar, vigilar, espiar.

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