Uno de los
señalamientos que más solemos enfrentar l@s solter@s es que al no querer o no tener hij@s nos
califican de egoístas.
Con lo anterior dan
por hecho la existencia de un Ser al que le estamos negando el acceso a éste
mundo por puro hedonismo nuestro. De aceptar esta idea nos hacen sentir
culpables, porque somos egoístas, sólo pensamos en nosotros y allá, en algún lugar
indeterminado, un pequeño Ser derrama una lágrima de tristeza añorando entrar
en el mundo terrenal para disfrutar de sus maravillas y padecer de sus
crueldades. Ese pequeño Ser nos mira con desdén ya que le hemos negado la
existencia… momento… porque a decir de los críticos éste ser ya existe;
entonces sólo le estamos negando la existencia terrenal, porque el otro tipo de
“existencia” al que aluden no sé en qué forma la imaginan o en qué y en dónde
se realiza.
¿Cómo podemos entender
el egoísmo con el que nos acusan por no querer tener hij@s?
Debemos entenderlo
como una negativa a que alguien –nuestr@ hipotétic@ hij@- disfrute de las
bondades del mundo terrestre. No queremos que disfrute del aire, del mar, de la
comida, del amor, de la amistad, de la lluvia, etc. Pero lo anterior sólo puede
visualizarse en la línea de que todos, todos estamos destinados a tener
descendencia, caemos en nicho del “deber”, de la predestinación dogmática, de
un destino lineal al que debemos apegarnos.
Hasta aquí me siento
bastante extraño por tratar de defender nuestra libertad ante argumentos tan
infantiles y fantasiosos, pero por alguna razón el que te llamen egoísta llega
a ser molesto, porque además quienes te cuestionan suelen ser padres “orgullosos”
o personas ansiosas de convertirse en tales, y parece que tu hedonismo, tu libertad,
tu desparpajo les afecta y por esta razón te atacan de esta forma.
Pero no deja de ser
una tontería, porque si nos atenemos a ese mito de l@s hij@s preconcebidos,
latentes, estrellas en el firmamento añorando descender, entonces nadie se
salva del egoísmo, porque entonces ¿cuántas estrellitas le corresponden a cada
uno y cuántas son las que dejamos en el firmamento?
Pienso que esta
acusación dolosa sólo puede partir de la hostilidad que muchas personas sienten
por la rebeldía, por el alejamiento de normas culturales que ellos siguen casi
por pura inercia. Cuando alguien toma en sus manos una decisión fuera del orden
establecido se le reprueba, pero no tanto por romper la regla, sino por ser la
excepción, por la libertad que se exhibe en estos actos rebeldes y que llevan
un mensaje doloroso: hay otras formas de vida al alcance.
¿Será que es el
arrepentimiento el que habla por ellos? ¿Será que nuestra soltería les ofende,
les lastima? ¿Será que hubiesen deseado no tener descendencia a los 17 años?
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