jueves, 11 de junio de 2015

La repentina nostalgia por la vida en pareja.

Pensaba en las necesidades que uno tiene y en la frustración que a veces conlleva el no poder satisfacerlas. Solemos creer –quizá más de lo que lo pensamos- que nuestra situación es la más grave, que los demás la pasan de maravilla y que los problemas ajenos suelen tener soluciones más factibles y más al alcance que los nuestros.

Pensaba específicamente en todo eso que desde mi posición de soltero desearía de los casados, o de los que tienen pareja. Claro, es una visión parcial donde sólo caben las cosas buenas, los placeres, las ventajas. En los momentos en los que uno se siente miserable, sólo, abandonado, como ajeno al mundo, vemos en la vida en pareja la solución. Pensamos en un “Quisiera que…”



Te sientes sólo. Te sientes desolado. Sí, tu estado coloca de inmediato la solución: una persona que evitaría esos sentimientos indeseables, esa persona estaría ahí en ese momento –porque en ese momento la necesitamos- llamándonos, enviándonos un mensaje consolador, alegrando con su presencia nuestro mal día, esperándonos en casa o incitándonos a hacer el amor.

Todo lo bueno.

Pero.

Hay parejas en las que los integrantes experimentan episodios de soledad. Situaciones en las que cada uno se aboca a lo suyo, malos momentos en los que la soledad en compañía se hace patente y a veces esta soledad se prolonga por días, meses, años, y así viven, son solitarios que viven juntos.
Pienso entonces en nuestra situación, en esos momentos en los que deseamos tener a alguien a nuestro lado, idealizamos entonces y al ver insatisfecho ese deseo nos frustramos y caemos en la desolación. Entonces pensamos que todas las parejas están en ese mismo momento haciendo el amor, besándose, charlando, dándose ánimos, conviviendo en una sana armonía. En nuestro frenesí solitario olvidamos que podríamos estar experimentando este mismo sentimiento con alguien junto a nosotros.
Es sorprendente la cantidad de personas que viviendo en pareja viven insatisfechas, frustradas y solitarias. Así que nuestra situación no es la peor. Hay personas que viven en la miseria total aún teniendo pareja.
¿Quisiéramos compañía? Bien, pues aspiremos a ella, pero a una compañía de calidad, que al paso de los años los episodios de frustración y soledad no sean una rutina, un modus vivendi. No queremos una vida en pareja donde reine la soledad.



Somos solter@s, vivimos solo@s y a veces quisiéramos un abrazo, hacer el amor, una palabra de consuelo o de apoyo. Son momentos difíciles, pero es parte de nuestro estado, del precio que pagamos por nuestra libertad. No queremos enrolarnos con cualquiera sólo para paliar estos momentos, porque por increíble que parezca podríamos experimentarlos igualmente aún teniendo pareja.


Así, pensemos en eso, en nuestra fortuna, en nosotros y en el hecho de que en la medida que crezcamos individualmente y superemos nuestros miedos y malos hábitos, y tengamos bajo control nuestras decisiones y  forma de vida, nuestro camino siempre será mejor que el de quienes, cediendo a los estados emocionales viciados y a la tradición, ahora viven verdaderos tormentos en prisiones de los que no se atreven a salir.           

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