Siempre he
pensado que después de hacer el amor, lo segundo mejor que puedes hacer con una
mujer es bailar tango.
El tango es sin
lugar a dudas uno de los bailes más sensuales que existen; es un baile donde el
emparejamiento físico es la base del baile y es primordial para la comunicación.
Cuando bailas tango entras en contacto con la otra persona como en ningún otro
baile. Son dos cuerpos unidos moviéndose al ritmo de la música que, por si
fuera poco, se trata en buena parte de melodías cargadas de sensualidad.
Bailar tango no
es hacer alarde de innumerables pasos sin ton ni son; bailar tango es más
parecido a hacer una interpretación, es hacer de la música un mar en movimiento
y mecerse al ritmo de sus olas.
El Tango es
pasión, es sensualidad, es arte. Cuando no te es posible hacer el amor con una
mujer, te queda el consuelo de poder bailar un tango con ella.
Hace casi cinco
años que ingresé a tomar clases de Tango, precisamente hoy lo recordaba con una
compañera que comenzó en el mismo periodo que yo; formamos parte del mismo
grupo de principiantes y somos los únicos que permanecemos hasta ahora. Cinco
años!!! Supongo que a estas alturas debo ser un buen bailarín, aunque no un
experto.
Hoy mientras bailábamos
en clase, principalmente canciones lentas que se prestaban a un derroche de
pasión, me vino a la mente un pensamiento, ¿Se podría hacer el amor al ritmo de
una melodía? ¿No sería factible también que hubiera maestros que nos enseñaran
el arte de “hacer el amor”? Porque al igual que el Tango hacer el amor debería
ser un arte; no por nada Ovidio escribiría su célebre libro El arte de amar y,
muchos años después, Erich Fromm haría lo mismo en un libro del mismo nombre en
el que considera que el acto de amar debería ejercitarse y aprenderse como se hace
con cualquier otra actividad artística.
Creo que sería bueno
contar con una guía, alguien que nos enseñara a acariciarnos, a emparejarnos, a
comunicarnos, a cogernos, amén de sugerirnos posiciones y las formas en como
fluir a través de ellas. Y por si fuera poco, todo esto con música de fondo.
Nuestro
profesor hace mucho énfasis en la escenificación y en el acoplamiento de
nuestro baile con la música. No es la cantidad de pasos ni su ostentosidad,
tampoco la velocidad con la que se ejecutan; la grandeza de una buena interpretación
está en la pasión y en la comunión con
la música. La pasión se contagia a los espectadores y es del conocimiento de
todos que las cosas que se hacen con pasión son las que mejor se realizan. Igual
debería ser cuando se hace el amor.
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