sábado, 10 de marzo de 2018

Las heridas tras el divorcio


Hace unas semanas estuve a punto de terminar encerrado en las celdas municipales por culpa de un amigo al que conozco desde la infancia.  ¿Cómo fue que ese niño al que conocí a los diez años terminó en tal estado de demencia, en tal estado de sordidez?


Tengo que decir que fue tras su divorcio cuando el cambio en su estado emocional fue notorio. Pasó al menos dos años sumido en el alcohol, enajenado en pensamientos que hasta la fecha no logra erradicar de su cabeza: El resentimiento, la frustración y el sentimiento de fracaso derivados de su divorcio afloran cuando bebe.
La convivencia con él fue volviéndose insoportable. Al principio lo acogí, se encontraba herido y como amigo quise apoyarlo. Sin embargo, al paso de los días me di cuenta que algo no andaba bien en su comportamiento, era errante, desvariaba, pero creí que era circunstancial y pasajero. Sin embargo, lo que sucedió en ese domingo fue determinante para que decidiera alejarme definitivamente de él, al menos por un tiempo considerable.
Veníamos de regreso a la ciudad y en el trayecto bebió demasiado. El problema fue cuando entramos al municipio y a las colonias aledañas a donde vivimos. Me pidió que parara, descendió del auto y en medio de la calle orino sin ningún recato. Esto lo hiso dos veces. Mi error, mi gran error, fue acceder a acercarlo a la casa de una de sus ex parejas. Lo dejé a una calle de distancia, y a partir de ahí todo se salió de control.


No sé qué sucedió en la casa de su ex pareja, pero antes de que recorriéramos un par de calles la policía municipal nos alcanzó. A él lo esposaron, alegué que se encontraba completamente borracho y que no hicieran caso a todo lo que decía. Quizá fue un atenuante el hecho de que yo no haya bebido ni un sorbo de alcohol. La policía tuvo un trato distinto conmigo, sin embargo, venía con él, el auto era mío y era cómplice. En consecuencia, iríamos detenidos los dos. Esto era grave por una razón de peso, al día siguiente iría a aeropuerto a recoger a Mariana que llegaba de Colombia.
Enfurecí, aun cuando parte de la culpa era mía, por confiar y por ceder a los impulsos de un borracho.
Al paso de los días, ya con serenidad, no he podido dejar de pensar en Jaime y el punto al que ha llegado.
Dicen que los divorcios a veces dejan heridas que jamás cierran, que lastiman mucho y que los hombres los sufren más que las mujeres. No lo sé de cierto, pero ese amigo que conocí a los diez años ha tenido un cambio lamentable. No sé qué hacer, no sé cómo manejarlo. No sé si hablar con su familia, con sus ex parejas, no sé cómo manejarlo.
Los fracasos en las relaciones dejan heridas muy profundas, y supongo que todos en alguna medida las llevamos.

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