domingo, 19 de julio de 2015

Lars y la chica real

Escena de la película Lars an the real girl
Una gran cantidad de críticas sobre esta película se enfoca en la ternura y el amor entre Lars (Ryan Gosling) y Bianca, una muñeca con la que recrea una relación sentimental. Sin embargo, a mí me parecen críticas bastante banales, que no han logrado llegar al verdadero fondo del comportamiento de Lars.

Lars es un tipo solitario, casi un ermitaño que vive en la misma propiedad con su hermano y su cuñada. Se aprecia que no es sólo una persona asociable, sino que además manifiesta un miedo al contacto físico –que más adelante se hace evidente en sus sesiones con la doctora-.

Un día, Lars informa a su hermano y su cuñada que ha conocido a una chica, Bianca, sin embargo se trata de una muñeca plástico.

Es de resaltar todo el proceso mental que debió haber elaborado Lars para acabar creyendo que Bianca en verdad tiene vida. Le crea un pasado y toda una historia con la que justifica su inmovilidad.

Aquí habría que hacer una pausa para tratar de ahondar en las razones por las que Lars crea toda esa fantasía y el sentido de la misma. ¿Qué necesidad lo llevó a fabricarse una novia y una fantasía tan compleja?

Creo que la respuesta esta al inicio de la película: su soledad e incapacidad para relacionarse, y que a lo largo de la película va siendo desmenuzada hasta tener una teoría, que es la posible afectación al haber permanecido mucho tiempo solo tras la muerte de sus padres. Esta soledad lo volvió incapaz de relacionarse y le provocó un miedo a la gente. En una de las sesiones con la doctora, Lars confiesa el temor que tiene al contacto físico y evidencia las diferentes capas protectoras que usa para evitarlo en la cantidad de ropa que lleva puesta. Para él, las prendas lo protegen del contacto con el mundo.

Sin embargo, muy en su interior siente esa necesidad del contacto y la socialización. Entonces, toda esa necesidad enfoca en Bianca, un objeto.

Lars tiene un paralelo en la vida real, aquel hombre de 40 años conocido como Dirk que ha formado también un vínculo sentimental con una muñeca, Jenny.

Dirk y Jenny


Parece tentador tildarlos de locos o de enfermos, como llegan a considerar a Lars. Sin embargo, ¿no es acaso una costumbre y una tradición muy humana esa de crear vínculos con objetos inanimados a quienes se les atribuyen cualidades humanas y hasta mágicas? ¿Por qué Lars, o Dirk, pueden ser tomados como locos cuando por otro lado hay una multitud de personas que hablan con Dioses representados en figuras inanimadas?

En el caso de Lars, esta fantasía, por absurda que parezca, le da acceso a la socialización. Ahora, Lars interactúa, ha salido del encierro en el que estaba y comienza por relacionarse con su hermano. Va a fiestas, sale al campo, etc. Este objeto, esta fantasía, sin saberlo, comienza a serle de utilidad. En la entrada anterior en la que hablo de Dirk y Jenny lo mencioné, estos comportamientos en apariencia locuases o “enfermos” pueden ser todo lo contrario y servir precisamente para mantener un equilibrio mental.
Veneración de San Judas Tadeo

Al paso de los días vemos en Lars una mejoría, a tal grado de que en una de las escenas se encuentra flirteando con una de sus compañeras de trabajo en una convivencia con amigos en una sala de boliche, algo bastante motivante si consideramos que antes apenas y asomaba la cabeza por su puerta.

Las personas en un templo se posan ante una figura a la que le hablan y le piden piedad, llevan imágenes de ella, las cuidan, las visten y gastan parte de su dinero en ellas. Todo lo anterior les genera una sensación de bienestar, de compañía, de amor. No hay diferencia entre ellas y Lars o Dirk. Sin embargo, socialmente se les juzga,… lo que para mí es un absurdo.

Como lo dije en la entrada anterior, lo malo es cuando estas actitudes no son sólo medidas auxiliares para llevar una pesada vida y pasan a convertirse en verdaderas ideas neuróticas que te alejan completamente de la realidad. Creo que como medios de apoyo pueden ser muy útiles, sin embargo, el fanatismo religioso, o de cualquier índole, puede verse tan enfermo como una relación sentimental obsesiva entre un ser humano y un maniquí.

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