A veces veo muy a la distancia la posibilidad de casarme, y no lo digo con tristeza sino de una forma reflexiva. Explico.
Estos últimos días he pensado en eso y he llegado a la conclusión de que no abandonaría mi estado a menos que fuera para estar mejor.
Reconozco que existe en mí una especie de deseo intrínseco por convivir con alguien. Me gustaría en verdad tener una pareja con quien disfrutar de todo lo maravilloso y cruel que tiene este mundo. A estas alturas de mi vida sé que eso es posible siempre que lo hagas con la persona adecuada y dejes de lado la inmadurez viciosa que gobierna a la mayoría de las parejas de todas las edades.
Si hace años abandone la casa de mis papás fue para ganar libertad (y no hay que confundirla con el libertinaje) y no viviría con alguien con quien la relación acabara siendo una prisión.
Vivir solo es muy nutritivo, es vivir en una libertad de la que pocos gozan. Haces lo que quieres, literalmente. Tomas cursos, aprendes cosas nuevas, conoces gente, sales con quien quieres, gastas en caprichos, haces tu mundo, tu espacio, tu vida. Ser soltero o soltera no sólo es fiesta... o quizá sí, tu vida puedes volverla una fiesta, pero no sólo en el sentido de las parrandas y borracheras, sino en la actitud: disfrutas tu trabajo, tu tiempo libre, tus amistades, tus actividades constructivas, tus gustos, tus sueños.
¿Cómo abandonar eso para acabar en una prisión? Y muchos lo hacen, quiza por ese miedo a la libertad que, aunque no se crea, padece el hombre moderno. No pienso dejar eso, no me apetece acabar atrapado en una rutina socialmente considerada como idonea. Si voy a abandonar mi soltería es para estar mejor, para mejorar esta "fiesta" en la que me encuentro; para aprender más, para sanar las heridas y corregir mis vicios destructivos.
A lo que me refiero es a esas parejas que disfrutan de todo lo que un soltero disfruta pero en compañía. No se oprimen, no se celan (en el sentido amplio de la palabra), no se joden la vida, la única vida que tienen. Viven también en una "fiesta" en la que la amargura y la frustración no encuentran tierra fértil. Me alegra no haberme casado muy joven, la independencia exige sus responsabilidades pero otorga muchas libertades que deberiamos disfrutar durante más tiempo. Casarse y tener hijos antes de los 25 me parece un desperdicio de vida, y antes de los 20 es una estupidez. Hay mucho que vivir como para joderse la libertad tan pronto.
martes, 22 de diciembre de 2015
La única razón para dejar la soltería.
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