A Rosa me la regaló mi
última pareja, así que de alguna forma quedo fuera de esa asociación
solter@s-gatos (O será que fue una forma graciosa de condenarme por parte de mi ex?). La
historia es que la dejaron abandonada en una veterinaria, la pusieron en
adopción y mi novia de entonces decidió adoptarla. Sin embargo, ella tenía un Schnauzer
y comenzó a tener problemas con la convivencia entre ambos. Me la ofreció y sin
dudar la acepté.
Rosa tenía 3 meses de
edad. Era la primera vez que tenía un gato. En mi familia siempre habíamos tenido
perros; como muchas personas guiadas sólo por las habladurías absurdas de la
gente, siempre tuvieron en mala estima a los gatos y por eso jamás se consideró
la posibilidad de tener uno. Confieso que a mí siempre me gustaron, pero donde
manda capitán no gobierna marinero.
La primera noche Rosa
la pasó escondida detrás del sofá. Cuando me asomaba a mirarla, me rugía de la
forma como una gata de 3 meses puede hacerlo. La dejé en paz y desde entonces así
ha sido. Con cerca de año y medio conmigo creo que jamás la he regañado, mucho
menos la he golpeado.
Quizá por el hecho de
ser primeriso, o por no saber nada sobre los gatos, Rosa creció viendo
satisfechas todas sus exigencias. Cómo iba yo a saber que los gatos son
cabrones, manipuladores y con un carácter tan opuesto al de los perros.
Contrario a éstos
últimos, los gatos no adolecen de esa fidelidad enfermiza y patética de los
perros. Puedes golpearlos, dejarlos sin comer, regañarlos, restringirlos,
torturarlos y seguirán ahí, contigo. Muchos celebran esta actitud y enaltecen
esa fidelidad sin condiciones de los perros. Pero es, a mi parecer, un amor y
una fidelidad insana, pues llegan a perder toda dignidad, todo amor por sí
mismos. Es algo impresionante. No odio a los perros, como seres vivos –como a
todos- los respeto y los quiero. Jamás abusaría de ese amor enfermo para
maltratar a uno como muchos cruelmente lo hacen.
Los gatos, por el contrario,
poseen una dignidad casi humana. Mucha gente no los tolera porque siempre ponen
en duda nuestra autoridad, ya que para ellos tal cosa no existe. Son incondicionales
en la medida que uno lo sea con ellos y exigen reciprocidad. Los gatos jamás aceptaran
estar en un nivel jerárquico inferior, por eso aman las alturas, porque no es
costumbre de ellos mirar hacia arriba.
Otra diferencia es que
los perros comen cualquier cosa que les lances, así sean nuestros desperdicios o
el alimento más inmundo. Los gatos, no. Y esto tiene que ver con ese refinamiento
propio de ellos. Por muy “fino” que sea un perro, no dudará en meterse al estiércol,
jamás caminará con la elegancia de un gato ni comerá con finura. Los perros
cuando comen degluten. Son atascados, desordenados y sucios. ¿Has visto alguna vez
a un perro asearse tras comer? Aún más ¿has visto a un perro asearse alguna
vez?
No es que los gatos
sean traicioneros, sucede que son honestos: si no quieren estar contigo se van.
Si ya no quieren seguir jugando, te lo hacen saber. Si los estas fastidiando,
te fastidiaran sin reservas. No hay que olvidar que para un gato no hay
jerarquías, así que no podemos tomar una actitud de amos ante ellos.
Me agrada esa
convivencia. Una convivencia sin rivalidades, sin jerarquías, sin desplantes
absurdos de autoridad o dominio. Será que no tengo ninguna necesidad de ejercer
dominio sobre nadie.
Aclaro, me agradan los
perros. Son seres maravillosos a pesar de mi crítica. Que no se lea
como un llamado a odiarlos, y lo aclaro porque los fanáticos son cabrones e
impredecibles. No creemos una mala imagen de los perros como se ha hecho con la
de los gatos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario