Hoy en la madrugada
un perro mató a mi gato, Rubio.
Lo encontré
tirado en la esquina de la casa, inmóvil y sucio; el cuello apretujado y unos
orificios en él manchados de sangre.
Ya sé que en la
muerte de cualquier mascota hay algo de responsabilidad del propietario, porque
al final están bajo tu cargo. Sin embargo, es muy difícil cubrir todos los
aspectos de su seguridad sin que, en la misma proporción, restrinjamos su
libertad. Siempre puede haber algo fuera de nuestras manos, aún en nuestra vida
cotidiana esto es así.
Rubio pidiendo atención. |
Mi gato solía
visitar el tejado de mi vecino, hasta ahí era su límite. De alguna forma el día
de ayer logró bajar al patio y de ahí salir a la calle brincando una puerta
metálica considerablemente alta. Supongo que siendo un gato casero, jamás
expuesto a ningún tipo de peligro, no supo manejarse fuera y, creo yo, el perro
lo tomó por sorpresa. Cerca de donde lo encontré hay dos árboles que pudo haber
trepado para huir, un par de metros más allá hay una pickup donde pudo
guarecerse. Creo que debido a su inexperiencia fue que lo tomaron desprevenido.
Asumo la
responsabilidad que me corresponde, pero es imposible e inhumano atar a un
gato. Tampoco me fue posible cubrir todas sus posibilidades de exploración.
Me queda el
dolor de su pérdida, pero también la satisfacción de saber que fue un gato
rescatado de la calle y que los meses que vivió con nosotros –mi gata y yo- la
pasó de maravilla. Jamás recibió una reprimenda, comió bien, jugo, durmió a
placer, lo abracé cuanto pude, quizá más. Fue un gato querido y eso siempre se
le demostró. Jamás le negué una caricia, jamás lo ignoré.
Rosa y Rubio |
Hay cosas que
no olvidaré, como esa costumbre que tenía de acompañarme al sanitario y
montarse sobre mis piernas. Cuando le abría la pequeña puerta siempre se lo
tomaba con calma antes de entrar, y lo hacía encorvado y como danzando. Era un
obsesionado con los pies, apenas miraba mis pies descalzos se lanzaba a
morderlos. Le gustaba subir al techo y pasar la mayor parte del día ahí tomando
el sol. Era un trepador, un tira objetos, un gato muy dócil. Se ha ido Rubio. Sé que vivió bien, que fue feliz. Y lo que importa es lo vivido, tras la muerte ya no hay más.
Lo extraño.
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