La primera
mujer de la que comenzaré hablando es de Mariana por una enorme razón, en este
momento en que he decidido escribir sobre las mujeres que aromatizan mi vida,
es ella la única mujer por la que me gustaría abandonar mi soltería. Pero como
grande es la razón de mi interés por ella grande es la dificultad que enfrento
para hacerla realidad: Mariana vive en Colombia, yo en México.
El espíritu
animoso dirá que todo es posible, y en efecto la esperanza en ello es algo que
se mantiene vivo, aunque a veces agonizante. Es posible, cierto, pero sólo
desde mi perspectiva; ella es un ser humano libre y es posible que para ella
esa posibilidad ni siquiera este contemplada. La mía es, al fin, la tragedia de
todo ser humano que quisiera intentar algo con otra persona.
Mariana se ha
convertido en un ideal, en eso que atina a decir Pablo Milanes “no es perfecta,
más se acerca a lo que yo simplemente soñé”.
Al momento de
intentar hacer una descripción de lo que para mí es Mariana, la primera palabra
que me llega a la mente es “linda”. Mariana es linda; es cinco años menor que
yo, es decir que está dentro del rango de mujeres de mi generación; le gusta
leer, es una mujer libre, independiente, ama a su mascota, es una mujer que va
hacia adelante, que no se conforma; una mujer que busca, que avanza. Por si
fuera poco, no desea tener hijos; le gusta viajar, aprender y experimentar. Es
una mujer amigable y ha sido buena amiga a la distancia. ¿Podría ser mejor? Sí,
es colombiana y es una mujer hermosa.
Jamás le he
hablado de amor, ni siquiera como una insinuación accidental porque, seré
honesto, no la amo, pero sé que fácilmente podría hacerlo (deseo hacerlo). Y
asediarla en este momento en el que ni nos hemos visto, sería un riesgo muy
grande pues en vez de acercarme más a ella podría alejarme, y este temor podrá
darles una idea del grado en que aprecio su presencia en mi vida.
Mis planes más
próximos son conocerla personalmente, pero el revés económico que he sufrido en
mi negocio ha demorado que cumpla este deseo. Espero que cuando esto suceda no
sea ya demasiado tarde, y espero aún más –o mejor dicho, lo deseo también- que
ella no destruya esa esperanza que he cimbrado con ella, y mejor aún la avive.
No le he dicho
nada ni le he prometido nada, porque las promesas las hace cualquiera y con
ella sólo quiero manejarme con certezas; tal es el pedestal en que la tengo sin
que ella lo sepa. Y he resistido hacerlo, tantas e innumerables veces.
Hay algo
importante: ella vendrá a México en un par de meses. No echaré a perder nuestra
amistad, pero si logro atizar un poco de interés por mí de su parte, no dejaré
pasar la oportunidad. Y pongo todo mi empeño en poder ir a Colombia enseguida
que ella venga.
Todo esto ha
sido algo doloroso, pero debo manejarme en la realidad, aunque duela. Si hay
algo más doloroso que la verdad es el descubrimiento de una mentira, de una
ilusión vaga y sin sustento alguno.
De saber que
ella siente algo, aunque sea distante, parecido a lo que yo siento por ella,
haría todo a mi alcance por concretarlo. Quizá algún@s piensen que debo arriesgarme,
pero no voy a perder una valiosa amistad por un lance a ciegas, o no sé, eso
pienso, a menos que no sea lo suficientemente lucido para notar lo contrario.
En fin, ella es Mariana y seguro que volveré hablarles de ella.
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