miércoles, 20 de diciembre de 2017

Mariana

La primera mujer de la que comenzaré hablando es de Mariana por una enorme razón, en este momento en que he decidido escribir sobre las mujeres que aromatizan mi vida, es ella la única mujer por la que me gustaría abandonar mi soltería. Pero como grande es la razón de mi interés por ella grande es la dificultad que enfrento para hacerla realidad: Mariana vive en Colombia, yo en México.
El espíritu animoso dirá que todo es posible, y en efecto la esperanza en ello es algo que se mantiene vivo, aunque a veces agonizante. Es posible, cierto, pero sólo desde mi perspectiva; ella es un ser humano libre y es posible que para ella esa posibilidad ni siquiera este contemplada. La mía es, al fin, la tragedia de todo ser humano que quisiera intentar algo con otra persona.
Mariana se ha convertido en un ideal, en eso que atina a decir Pablo Milanes “no es perfecta, más se acerca a lo que yo simplemente soñé”.
Al momento de intentar hacer una descripción de lo que para mí es Mariana, la primera palabra que me llega a la mente es “linda”. Mariana es linda; es cinco años menor que yo, es decir que está dentro del rango de mujeres de mi generación; le gusta leer, es una mujer libre, independiente, ama a su mascota, es una mujer que va hacia adelante, que no se conforma; una mujer que busca, que avanza. Por si fuera poco, no desea tener hijos; le gusta viajar, aprender y experimentar. Es una mujer amigable y ha sido buena amiga a la distancia. ¿Podría ser mejor? Sí, es colombiana y es una mujer hermosa.
Jamás le he hablado de amor, ni siquiera como una insinuación accidental porque, seré honesto, no la amo, pero sé que fácilmente podría hacerlo (deseo hacerlo). Y asediarla en este momento en el que ni nos hemos visto, sería un riesgo muy grande pues en vez de acercarme más a ella podría alejarme, y este temor podrá darles una idea del grado en que aprecio su presencia en mi vida.
Mis planes más próximos son conocerla personalmente, pero el revés económico que he sufrido en mi negocio ha demorado que cumpla este deseo. Espero que cuando esto suceda no sea ya demasiado tarde, y espero aún más –o mejor dicho, lo deseo también- que ella no destruya esa esperanza que he cimbrado con ella, y mejor aún la avive.
No le he dicho nada ni le he prometido nada, porque las promesas las hace cualquiera y con ella sólo quiero manejarme con certezas; tal es el pedestal en que la tengo sin que ella lo sepa. Y he resistido hacerlo, tantas e innumerables veces.  
Hay algo importante: ella vendrá a México en un par de meses. No echaré a perder nuestra amistad, pero si logro atizar un poco de interés por mí de su parte, no dejaré pasar la oportunidad. Y pongo todo mi empeño en poder ir a Colombia enseguida que ella venga.
Todo esto ha sido algo doloroso, pero debo manejarme en la realidad, aunque duela. Si hay algo más doloroso que la verdad es el descubrimiento de una mentira, de una ilusión vaga y sin sustento alguno.
De saber que ella siente algo, aunque sea distante, parecido a lo que yo siento por ella, haría todo a mi alcance por concretarlo. Quizá algún@s piensen que debo arriesgarme, pero no voy a perder una valiosa amistad por un lance a ciegas, o no sé, eso pienso, a menos que no sea lo suficientemente lucido para notar lo contrario. En fin, ella es Mariana y seguro que volveré hablarles de ella.          

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