domingo, 31 de diciembre de 2017

La soledad

Cuando le dices a alguien que vives sol@ o que no tienes pareja, siempre puedes notar en quien te escucha un dejo de conmiseración que intentan disimular. Por alguna razón la soledad, en todos sus aspectos, es mal vista. La mayoría le huye y les resulta insoportable; una buena parte de esa mayoría se hace rodear de cualquier tipo de compañía con tal de no estar o sentirse solos. Por triste que parezca hay matrimonios y parejas que se conforman por el simple miedo a la soledad.


Sin embargo, es difícil no hablar de la soledad estando solter@s. Para alguien solter@ la soledad es algo que siempre estará presente, al menos en una de sus formas.
Siempre he considerado que existen dos tipos de soledad, la primera es esa soledad en la que uno se encuentra cuando despierta por la mañana o cuando va a dormir, en los casos cuando se vive solo. Es la soledad de cuando un fin de semana decides pasarlo en tu departamento sin ninguna compañía. Esta es una soledad que se disfruta, una soledad en la que estas contigo mismo o misma y sirve como un momento de paz, de calma, que se puede dedicar al esparcimiento, a la lectura, al estudio, a alejarse por un periodo de todo el ruido de la ciudad. Es una soledad que disfruto mucho y personalmente puedo pasar largos periodos solo en mi casa sin que esto represente problema alguno. Por ejemplo, al menos dos años consecutivos la pase solo en las fiestas de diciembre, no porque no tuviera con quien ir, sino porque gracias a las malas experiencias supe que estaba mejor solo en mi casa, que rodeado de gente que me hacía sentir, eso sí, solo.
Paseo de la Reforma, CDMX

Es en esos momentos de aislamiento en los que puedo escribir o leer, en los que juego videojuegos, en los que veo películas, en los que descanso, en los que hago lo que me gusta.
 Pero hay una soledad que es abrasiva, incómoda y exasperante. Es esa soledad que se experimenta a veces, irónicamente, cuando estas acompañado.
Recuerdo haber ido un fin de año a casa de unos familiares que me insistieron para que los acompañara y para que “no me la pasara solo”, así lo dijeron. Llegué a su casa alrededor de las 8 de la noche, todos estaban en lo suyo; me la pasé sentado en el sofá desde las 8 hasta las 11 de la noche mirando el televisor. Hasta que comenzaron a llegar. Cené y me disculpé, me fui. Fue desagradable. Estaba en compañía pero solo.
Algo que es muy frecuente en estos días es que cuando te citas con alguien para tomar un café o lo que sea, esa persona se la pasa en el teléfono y apenas te presta atención. Dan ganas de levantarse e irse.
Es la soledad del abandono, de la indiferencia, son momentos en los que tu presencia parece prescindible. La soledad de no tener con quien hablar porque quien tienes frente a ti sólo habla de sí mismo o sí misma, no hay diálogo. Está soledad es a veces dolorosa y, como tal, es indeseable.
Hay veces en las que he permanecido callado durante toda una cita, sólo escuchando a quien está conmigo, de pronto me dicen “¿siempre eres así de serio?”. ¿No es absurdo? Lo es, tanto como sentirse solo en una ciudad donde abunda la gente, pero somos ya tan indiferentes, tan ensimismados, que todo lo que esté a nuestro alrededor ya no nos importa. Quizá ésta sea la época donde más profunda y común se ha vuelto este tipo de soledad.
Plaza Santo Domingo, CDMX

Estos días de diciembre son en los que el sentimiento de soledad puede ahondarse profundamente, ya que priva en el aire un ambiente de familiaridad y compañerismo, vemos a las familias reunidas, todos en compañía. Sin embargo, el que la pasemos solos no significa que la pasemos mal; yo he pasado dos navidades solo y la pasé mejor que en otras donde estaba rodeado de gente.
Y respecto a esa soledad tan corrosiva, creo que siempre está en nuestras manos alejarnos de los momentos y las compañías que nos hacen sentir así. Esta soledad es inevitable, llega de improviso, podemos experimentarla en casi cualquier lugar  y, como he dicho, a veces en los lugares más concurridos – diría Mario Benedetti, tengo una soledad tan concurrida- . Podemos estar más a gusto con una sóla persona que rodeados de una multitud, al menos sucede en mi caso.
Deseo que disfruten de sus días y de sus momentos de soledad, y que puedan escapar o encontrar la compañía para hacerlo, de esa soledad que tanto puede lastimarnos.
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  ss 

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