jueves, 28 de diciembre de 2017

Rebeca

A Rebeca la conocí cuando ella tenía quince años y yo veinte. Fue a través de su prima, Coral, que por entonces trabajaba como asistente de mi papá. Sin embargo, no fue sino hasta años después que comenzamos a frecuentarnos y que nació nuestra amistad.
Rebeca es una mujer delgada, de estatura media, morena y de cabello rizado. Guapa. Una mujer activa que, al igual que yo, ha pasado buena parte de su vida soltera. Cuando las conocí ambas pertenecían a la organización religiosa de los Testigos de Jehová. Debo decir que parte de nuestra amistad floreció porque comencé a acudir con ellas a las reuniones, aunque lo mío era más bien puro interés por convivir con ellas y las otras chicas de la congregación. Jamás he sido creyente.
Lo que pasó con Rebeca ha sido peculiar. No sé cómo sucedió, pero en un momento de nuestra incipiente relación de amistad, que perdura hasta hoy, ésta comenzó a tomar un cariz erótico. ¿Cómo fue? En verdad no lo recuerdo a detalle. Sólo sé que de pronto, un día, estábamos besándonos apasionadamente; meses después aquello escaló a las caricias para por fin, mucho tiempo más tarde, terminar en relaciones sexuales. El lapso en el que eso sucedió fue más bien muy largo, de años.
Es razonable preguntarse por el hecho de que jamás hayamos tenido una relación amorosa y que hasta la fecha se mantenga sólo como una relación amistosa con esporádicos encuentros eróticos. Es tal nuestra amistad y la forma en que la mantenemos que, cuando no soy yo,  a veces ella me busca y directamente, sin rodeos, me dice “tengo ganas”. Entonces paso por ella para ir a mi departamento o al suyo, o en ocasiones acudimos a un hotel y ahí terminamos teniendo relaciones. Es posible que se estén preguntando cómo es que una Testigo de Jehová ha tenido ese comportamiento imperdonable para alguien de la congregación, pues bien, mi amiga fue expulsada.
¿Qué ha pasado entre ella y yo? ¿Por qué jamás hemos terminado en una relación sentimental como podría pensarse que sucedería? Creo que ambos comprendimos desde el principio que no éramos compatibles en ese sentido; porque aun cuando tenemos una estrecha amistad hay muchas cosas en las que chocamos, como las costumbres, hábitos, creencias y, aún, nuestras aspiraciones.  
No sabría decir qué sentimiento es el que nos mantiene unidos, si una especie de amor amistoso, aprecio, cariño, no lo sé. Sin embargo, llevamos una relación de amistad de alrededor de 24 años y hemos sido confidentes de lo que ha pasado en nuestras relaciones amorosas y en nuestras vidas. Hemos hablado de casi todo y hemos aprendido mucho el uno del otro de nuestras respectivas experiencias en la vida.
A veces, una tarde cualquiera, nos contactamos; hacemos una cita para un café o lo que sea. Nos vemos en alguna cafetería, en su casa o paso por ella para ir a la mía. A veces simplemente charlamos mientras ella bebe su café dulce y yo mi café sin azúcar. Hablamos de su trabajo, de su vida, de los hombres que la pretenden y con los que ella quisiera algo más; a través de ella he conocido el otro lado del juego de la seducción, el de ellas, las mujeres; me ha contado de los fallos que los hombres que la cortejan han tenido, de los aciertos, etc.  He aprendido mucho de ella. Y así han sido muchas de nuestras reuniones, después cada uno va a su casa. Otras, de forma espontánea o premeditada, ella comienza a coquetearme, o quizá sea yo quien me acerque y la bese o la acaricie. Hay confianza y complicidad. Terminamos haciendo el amor. Y así ha sido nuestra relación en los últimos años.
No sé cómo considerar nuestra amistad, pero ha sido muy íntima en todos los aspectos y eso me parece una gran fortuna en mi vida. Rebeca es de las mujeres que me han nutrido mucho y hay mucho más que hablar de ella pero será en otras ocasiones que siempre leer un texto muy prolongado se vuelve tedioso.    

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