A Rebeca la
conocí cuando ella tenía quince años y yo veinte. Fue a través de su prima,
Coral, que por entonces trabajaba como asistente de mi papá. Sin embargo, no
fue sino hasta años después que comenzamos a frecuentarnos y que nació nuestra
amistad.
Rebeca es una
mujer delgada, de estatura media, morena y de cabello rizado. Guapa. Una mujer
activa que, al igual que yo, ha pasado buena parte de su vida soltera. Cuando
las conocí ambas pertenecían a la organización religiosa de los Testigos de
Jehová. Debo decir que parte de nuestra amistad floreció porque comencé a
acudir con ellas a las reuniones, aunque lo mío era más bien puro interés por
convivir con ellas y las otras chicas de la congregación. Jamás he sido
creyente.
Lo que pasó con
Rebeca ha sido peculiar. No sé cómo sucedió, pero en un momento de nuestra
incipiente relación de amistad, que perdura hasta hoy, ésta comenzó a tomar un
cariz erótico. ¿Cómo fue? En verdad no lo recuerdo a detalle. Sólo sé que de
pronto, un día, estábamos besándonos apasionadamente; meses después aquello
escaló a las caricias para por fin, mucho tiempo más tarde, terminar en
relaciones sexuales. El lapso en el que eso sucedió fue más bien muy largo, de
años.
Es razonable preguntarse
por el hecho de que jamás hayamos tenido una relación amorosa y que hasta la
fecha se mantenga sólo como una relación amistosa con esporádicos encuentros
eróticos. Es tal nuestra amistad y la forma en que la mantenemos que, cuando no
soy yo, a veces ella me busca y
directamente, sin rodeos, me dice “tengo ganas”. Entonces paso por ella para ir
a mi departamento o al suyo, o en ocasiones acudimos a un hotel y ahí terminamos
teniendo relaciones. Es posible que se estén preguntando cómo es que una
Testigo de Jehová ha tenido ese comportamiento imperdonable para alguien de la
congregación, pues bien, mi amiga fue expulsada.
¿Qué ha pasado
entre ella y yo? ¿Por qué jamás hemos terminado en una relación sentimental
como podría pensarse que sucedería? Creo que ambos comprendimos desde el
principio que no éramos compatibles en ese sentido; porque aun cuando tenemos
una estrecha amistad hay muchas cosas en las que chocamos, como las costumbres,
hábitos, creencias y, aún, nuestras aspiraciones.
No sabría decir
qué sentimiento es el que nos mantiene unidos, si una especie de amor amistoso,
aprecio, cariño, no lo sé. Sin embargo, llevamos una relación de amistad de
alrededor de 24 años y hemos sido confidentes de lo que ha pasado en nuestras
relaciones amorosas y en nuestras vidas. Hemos hablado de casi todo y hemos
aprendido mucho el uno del otro de nuestras respectivas experiencias en la
vida.
A veces, una
tarde cualquiera, nos contactamos; hacemos una cita para un café o lo que sea.
Nos vemos en alguna cafetería, en su casa o paso por ella para ir a la mía. A
veces simplemente charlamos mientras ella bebe su café dulce y yo mi café sin
azúcar. Hablamos de su trabajo, de su vida, de los hombres que la pretenden y
con los que ella quisiera algo más; a través de ella he conocido el otro lado del
juego de la seducción, el de ellas, las mujeres; me ha contado de los fallos
que los hombres que la cortejan han tenido, de los aciertos, etc. He aprendido mucho de ella. Y así han sido
muchas de nuestras reuniones, después cada uno va a su casa. Otras, de forma
espontánea o premeditada, ella comienza a coquetearme, o quizá sea yo quien me
acerque y la bese o la acaricie. Hay confianza y complicidad. Terminamos
haciendo el amor. Y así ha sido nuestra relación en los últimos años.
No sé cómo
considerar nuestra amistad, pero ha sido muy íntima en todos los aspectos y eso
me parece una gran fortuna en mi vida. Rebeca es de las mujeres que me han
nutrido mucho y hay mucho más que hablar de ella pero será en otras ocasiones
que siempre leer un texto muy prolongado se vuelve tedioso.
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