martes, 17 de noviembre de 2015

La muerte de un amigo

En días pasados falleció un ex compañero de la secundaria.
Gracias a las redes sociales nos hemos podido reunir ex compañeros de la adolescencia con los que cursé los tres años de secundaria; en dos de esas reuniones lo vi y se le veía sano, joven, realizado, casual, como a mis otros compañeros,  así que la noticia de su muerte fue sorpresiva y lo fue más por las circunstancias de su muerte.

Según lo que me dijeron, dormía y en la madrugada comenzó a sentir molestias en el estómago. Tenía reflujo y como consecuencia murió ahogado, de una broncoaspiración; así de fácil, así de simple.

Fue impactante porque son cosas que no esperas y ni siquiera puedes intuirlas. Si hubiera estado enfermo o llevara una vida riesgosa y con vicios incontrolables podríamos ligar su muerte con ella, pero no fue así. Murió en su cama, mientras trataba de dormir, al lado de su pareja que no pudo hacer nada.

Hace un par de semanas tuve una cruda (resaca por el exceso de alcohol) como nunca la había tenido. En la madrugada estuve vomitando y al día siguiente tenia mareos, asco y en un momento del regreso a mi casa experimenté hormigueo en los brazos. Sentí que me cargaba la chingada, entré en pánico y fui a ver a un doctor: es una cruda, me dijo. Semanas antes me había excedido también, aunque no tanto, y me la pase acostado en mi cama, temblando como Nicolas Cage en Living Las Vegas. Así que no puedo evitar pensar en eso: ¿Y si me pasara algo? Nadie estaría para ayudarme y me encontrarían muerto días después.  

La muerte tan repentina y hasta cierto punto absurda de este amigo me hizo pensar en eso. Vivo solo, me puedo atragantar hasta con la comida y no habrá ni quién me auxilie. 

Uno puede morir de muchas formas. Da un poco de miedo.

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