domingo, 2 de abril de 2017

Casarse y tener hijos no es tener madurez.

Casarse y tener hijos es para algunas personas signo de madurez, de compromiso y de responsabilidad, aunque en la realidad sólo sea una mentira repetida muchas veces. Tras esa imagen optimista que se muestra de la familia y del matrimonio, se esconde en muchos casos una cruda realidad: la mayoría se casa y tiene hijos por simple inercia, porque “así debe ser”. Y seguir ciegamente una tradición no es ninguna evidencia de madurez, es evidencia de alineación.
Tras el matrimonio muchas parejas terminan separadas; a otras eso les sucede cuando llegan los hijos. Luego, están las infidelidades, los divorcios y la guerra de por vida entre los ex esposos. ¿Cómo sostener que estas conductas son de gente madura? Por otro lado, no hay nada más irresponsable e inmaduro que seguir a los demás sin cuestionarse siquiera si lo que se hace es lo adecuado para nosotros.
Es irónico que gente que se casó antes de los veinte o que tienen hijos a los que apenas y pueden alimentar, sean quienes nos llaman inmaduros a l@s solter@s, y a los que no queremos tener hijos ni seguir un ritual que ha dado muestras de no ser funcional para todos.
Yo observo y cuestiono; ¿terminar en eternos pleitos de abogados por las custodias y las pensiones, es madurez?
Los matrimonios que se convierten en tormentosas prisiones por los celos ¿son manifestaciones de madurez?
Familias en las que se vive violencia, opresión, donde los niños son dejados a su suerte ¿es eso madurez?
Traer al mundo nuevos humanos para que las escuelas se hagan cargo de ellos, ¿es de personas maduras?
La madurez se manifiesta en el control que se tiene sobre la propia existencia, por las decisiones que se toman por convicción, no por las que se toman por inercia. Hay matrimonios libres de prejuicios, de celos, de sabotajes, son matrimonios que crecen, en los que sus integrantes se desarrollan en libertad y esa libertad la transfieren a sus hijos. Y todos hemos visto alguna vez a este tipo de familias, aunque muy pocas alcanzan esa armonía y esa salud.
     La realidad es que la mayoría de las familias y de los matrimonios se ubican en el otro lado, en el que la inmadurez es la regla.
He visto a padres de familia reprender a sus hijos con discursos absurdos e incoherentes; madres presas de su neurosis y que descargan su frustración al menor error de sus hijos; hombres infieles que buscan amantes al ser incapaces de abandonar una relación que no quieren, y que al no saber vivir solos deciden liarse en otra relación convirtiendo su vida matrimonial en una mentira. Pero los inmaduros, a decir de algunos de estos casad@s, somos los y las solteras.
Tan sólo el traer al mundo a un nuevo ser sin tener la capacidad de satisfacer sus mínimas necesidades es una irresponsabilidad, y por ende de inmadurez.

A mí me han llamado inmaduro, porque no me he casado ni tengo hijos, sólo por eso, vaya forma tan mediocre de querer determinar la madurez de alguien.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario