Casarse
y tener hijos es para algunas personas signo de madurez, de compromiso y de
responsabilidad, aunque en la realidad sólo sea una mentira repetida muchas
veces. Tras esa imagen optimista que se muestra de la familia y del matrimonio,
se esconde en muchos casos una cruda realidad: la mayoría se casa y tiene hijos
por simple inercia, porque “así debe ser”. Y seguir ciegamente una tradición no
es ninguna evidencia de madurez, es evidencia de alineación.
Tras
el matrimonio muchas parejas terminan separadas; a otras eso les sucede cuando
llegan los hijos. Luego, están las infidelidades, los divorcios y la guerra de
por vida entre los ex esposos. ¿Cómo sostener que estas conductas son de gente
madura? Por otro lado, no hay nada más irresponsable e inmaduro que seguir a
los demás sin cuestionarse siquiera si lo que se hace es lo adecuado para
nosotros.
Es
irónico que gente que se casó antes de los veinte o que tienen hijos a los que
apenas y pueden alimentar, sean quienes nos llaman inmaduros a l@s solter@s, y a
los que no queremos tener hijos ni seguir un ritual que ha dado muestras de no
ser funcional para todos.
Yo
observo y cuestiono; ¿terminar en eternos pleitos de abogados por las custodias
y las pensiones, es madurez?
Los
matrimonios que se convierten en tormentosas prisiones por los celos ¿son
manifestaciones de madurez?
Familias
en las que se vive violencia, opresión, donde los niños son dejados a su suerte
¿es eso madurez?
Traer
al mundo nuevos humanos para que las escuelas se hagan cargo de ellos, ¿es de
personas maduras?
La
madurez se manifiesta en el control que se tiene sobre la propia existencia,
por las decisiones que se toman por convicción, no por las que se toman por
inercia. Hay matrimonios libres de prejuicios, de celos, de sabotajes, son
matrimonios que crecen, en los que sus integrantes se desarrollan en libertad y
esa libertad la transfieren a sus hijos. Y todos hemos visto alguna vez a este
tipo de familias, aunque muy pocas alcanzan esa armonía y esa salud.
La realidad es que la mayoría de las familias
y de los matrimonios se ubican en el otro lado, en el que la inmadurez es la
regla.
He
visto a padres de familia reprender a sus hijos con discursos absurdos e
incoherentes; madres presas de su neurosis y que descargan su frustración al
menor error de sus hijos; hombres infieles que buscan amantes al ser incapaces
de abandonar una relación que no quieren, y que al no saber vivir solos deciden
liarse en otra relación convirtiendo su vida matrimonial en una mentira. Pero
los inmaduros, a decir de algunos de estos casad@s, somos los y las solteras.
Tan
sólo el traer al mundo a un nuevo ser sin tener la capacidad de satisfacer sus
mínimas necesidades es una irresponsabilidad, y por ende de inmadurez.
A mí
me han llamado inmaduro, porque no me he casado ni tengo hijos, sólo por eso,
vaya forma tan mediocre de querer determinar la madurez de alguien.
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