domingo, 31 de diciembre de 2017

La soledad

Cuando le dices a alguien que vives sol@ o que no tienes pareja, siempre puedes notar en quien te escucha un dejo de conmiseración que intentan disimular. Por alguna razón la soledad, en todos sus aspectos, es mal vista. La mayoría le huye y les resulta insoportable; una buena parte de esa mayoría se hace rodear de cualquier tipo de compañía con tal de no estar o sentirse solos. Por triste que parezca hay matrimonios y parejas que se conforman por el simple miedo a la soledad.


Sin embargo, es difícil no hablar de la soledad estando solter@s. Para alguien solter@ la soledad es algo que siempre estará presente, al menos en una de sus formas.
Siempre he considerado que existen dos tipos de soledad, la primera es esa soledad en la que uno se encuentra cuando despierta por la mañana o cuando va a dormir, en los casos cuando se vive solo. Es la soledad de cuando un fin de semana decides pasarlo en tu departamento sin ninguna compañía. Esta es una soledad que se disfruta, una soledad en la que estas contigo mismo o misma y sirve como un momento de paz, de calma, que se puede dedicar al esparcimiento, a la lectura, al estudio, a alejarse por un periodo de todo el ruido de la ciudad. Es una soledad que disfruto mucho y personalmente puedo pasar largos periodos solo en mi casa sin que esto represente problema alguno. Por ejemplo, al menos dos años consecutivos la pase solo en las fiestas de diciembre, no porque no tuviera con quien ir, sino porque gracias a las malas experiencias supe que estaba mejor solo en mi casa, que rodeado de gente que me hacía sentir, eso sí, solo.
Paseo de la Reforma, CDMX

Es en esos momentos de aislamiento en los que puedo escribir o leer, en los que juego videojuegos, en los que veo películas, en los que descanso, en los que hago lo que me gusta.
 Pero hay una soledad que es abrasiva, incómoda y exasperante. Es esa soledad que se experimenta a veces, irónicamente, cuando estas acompañado.
Recuerdo haber ido un fin de año a casa de unos familiares que me insistieron para que los acompañara y para que “no me la pasara solo”, así lo dijeron. Llegué a su casa alrededor de las 8 de la noche, todos estaban en lo suyo; me la pasé sentado en el sofá desde las 8 hasta las 11 de la noche mirando el televisor. Hasta que comenzaron a llegar. Cené y me disculpé, me fui. Fue desagradable. Estaba en compañía pero solo.
Algo que es muy frecuente en estos días es que cuando te citas con alguien para tomar un café o lo que sea, esa persona se la pasa en el teléfono y apenas te presta atención. Dan ganas de levantarse e irse.
Es la soledad del abandono, de la indiferencia, son momentos en los que tu presencia parece prescindible. La soledad de no tener con quien hablar porque quien tienes frente a ti sólo habla de sí mismo o sí misma, no hay diálogo. Está soledad es a veces dolorosa y, como tal, es indeseable.
Hay veces en las que he permanecido callado durante toda una cita, sólo escuchando a quien está conmigo, de pronto me dicen “¿siempre eres así de serio?”. ¿No es absurdo? Lo es, tanto como sentirse solo en una ciudad donde abunda la gente, pero somos ya tan indiferentes, tan ensimismados, que todo lo que esté a nuestro alrededor ya no nos importa. Quizá ésta sea la época donde más profunda y común se ha vuelto este tipo de soledad.
Plaza Santo Domingo, CDMX

Estos días de diciembre son en los que el sentimiento de soledad puede ahondarse profundamente, ya que priva en el aire un ambiente de familiaridad y compañerismo, vemos a las familias reunidas, todos en compañía. Sin embargo, el que la pasemos solos no significa que la pasemos mal; yo he pasado dos navidades solo y la pasé mejor que en otras donde estaba rodeado de gente.
Y respecto a esa soledad tan corrosiva, creo que siempre está en nuestras manos alejarnos de los momentos y las compañías que nos hacen sentir así. Esta soledad es inevitable, llega de improviso, podemos experimentarla en casi cualquier lugar  y, como he dicho, a veces en los lugares más concurridos – diría Mario Benedetti, tengo una soledad tan concurrida- . Podemos estar más a gusto con una sóla persona que rodeados de una multitud, al menos sucede en mi caso.
Deseo que disfruten de sus días y de sus momentos de soledad, y que puedan escapar o encontrar la compañía para hacerlo, de esa soledad que tanto puede lastimarnos.
s
  ss 

La verdad de mi soltería, Gustavo Ferran.

Para Javier, Máximo y Jorge.

Amigos míos.

Perdónenme que haya tardado tanto en morir. Tengo cuarenta años y hace casi los cuarenta que estoy cansado de la vida. Tan cansado que no he querido tomarme el trabajo de morirme por mi cuenta. Para unos he sido un escritor morboso, para otros un gran talento y para todos un hombre solitario y extravagante. Pero hay algo que nadie ha podido negarme nunca, mi sinceridad. Jamás he dicho una mentira que pudiera favorecerme y mucho menos una mentira cobarde. Sólo una cosa he callado siempre: el secreto de mi soltería. Y sólo a ustedes quiero confesarlo. Porque sólo ustedes son capaces de comprenderme. Escuchen, amigos, la verdad de mi vida, escúchenla solemnemente. Escúchenla de pie.
Yo sé que ustedes han hecho una religión de la amistad y del amor; se los agradezco y admiro, pero no puedo compartir su optimismo porque yo, queridos amigos, yo los he engañado con sus tres esposas.
Gustavo Ferran.

Fragmento de la película Las tres perfectas Casadas. 1971. Dirigida por Benito Alazraky, con Mauricio Garcés como Gustavo Ferran.

Una de las películas que más me gustan.
Acá les dejo el enlace:
https://youtu.be/ywam9Uhzwcw

jueves, 28 de diciembre de 2017

Rebeca

A Rebeca la conocí cuando ella tenía quince años y yo veinte. Fue a través de su prima, Coral, que por entonces trabajaba como asistente de mi papá. Sin embargo, no fue sino hasta años después que comenzamos a frecuentarnos y que nació nuestra amistad.
Rebeca es una mujer delgada, de estatura media, morena y de cabello rizado. Guapa. Una mujer activa que, al igual que yo, ha pasado buena parte de su vida soltera. Cuando las conocí ambas pertenecían a la organización religiosa de los Testigos de Jehová. Debo decir que parte de nuestra amistad floreció porque comencé a acudir con ellas a las reuniones, aunque lo mío era más bien puro interés por convivir con ellas y las otras chicas de la congregación. Jamás he sido creyente.
Lo que pasó con Rebeca ha sido peculiar. No sé cómo sucedió, pero en un momento de nuestra incipiente relación de amistad, que perdura hasta hoy, ésta comenzó a tomar un cariz erótico. ¿Cómo fue? En verdad no lo recuerdo a detalle. Sólo sé que de pronto, un día, estábamos besándonos apasionadamente; meses después aquello escaló a las caricias para por fin, mucho tiempo más tarde, terminar en relaciones sexuales. El lapso en el que eso sucedió fue más bien muy largo, de años.
Es razonable preguntarse por el hecho de que jamás hayamos tenido una relación amorosa y que hasta la fecha se mantenga sólo como una relación amistosa con esporádicos encuentros eróticos. Es tal nuestra amistad y la forma en que la mantenemos que, cuando no soy yo,  a veces ella me busca y directamente, sin rodeos, me dice “tengo ganas”. Entonces paso por ella para ir a mi departamento o al suyo, o en ocasiones acudimos a un hotel y ahí terminamos teniendo relaciones. Es posible que se estén preguntando cómo es que una Testigo de Jehová ha tenido ese comportamiento imperdonable para alguien de la congregación, pues bien, mi amiga fue expulsada.
¿Qué ha pasado entre ella y yo? ¿Por qué jamás hemos terminado en una relación sentimental como podría pensarse que sucedería? Creo que ambos comprendimos desde el principio que no éramos compatibles en ese sentido; porque aun cuando tenemos una estrecha amistad hay muchas cosas en las que chocamos, como las costumbres, hábitos, creencias y, aún, nuestras aspiraciones.  
No sabría decir qué sentimiento es el que nos mantiene unidos, si una especie de amor amistoso, aprecio, cariño, no lo sé. Sin embargo, llevamos una relación de amistad de alrededor de 24 años y hemos sido confidentes de lo que ha pasado en nuestras relaciones amorosas y en nuestras vidas. Hemos hablado de casi todo y hemos aprendido mucho el uno del otro de nuestras respectivas experiencias en la vida.
A veces, una tarde cualquiera, nos contactamos; hacemos una cita para un café o lo que sea. Nos vemos en alguna cafetería, en su casa o paso por ella para ir a la mía. A veces simplemente charlamos mientras ella bebe su café dulce y yo mi café sin azúcar. Hablamos de su trabajo, de su vida, de los hombres que la pretenden y con los que ella quisiera algo más; a través de ella he conocido el otro lado del juego de la seducción, el de ellas, las mujeres; me ha contado de los fallos que los hombres que la cortejan han tenido, de los aciertos, etc.  He aprendido mucho de ella. Y así han sido muchas de nuestras reuniones, después cada uno va a su casa. Otras, de forma espontánea o premeditada, ella comienza a coquetearme, o quizá sea yo quien me acerque y la bese o la acaricie. Hay confianza y complicidad. Terminamos haciendo el amor. Y así ha sido nuestra relación en los últimos años.
No sé cómo considerar nuestra amistad, pero ha sido muy íntima en todos los aspectos y eso me parece una gran fortuna en mi vida. Rebeca es de las mujeres que me han nutrido mucho y hay mucho más que hablar de ella pero será en otras ocasiones que siempre leer un texto muy prolongado se vuelve tedioso.    

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Rumbo a los 40 años.

Este será mi último año en la década de los treintas, una década que yo definiría como complicada.
Los veintes fueron una década noble; podría resumirla como la década del amor, de los ideales, del entusiasmo puro, de la juventud y del ímpetu excesivo. Quizá no exista un tema que ilustre mejor lo que para mí fue esa década que la canción de Charles Aznavoir, Hier Encore:  je gaspillais le temps en croyant l'arrêter.

Trinity College, Toronto 

Mis veintes estuvieron marcados por dos viajes al extranjero,  primero fue a Canadá y un par de años después visité Francia. Siendo un periodo de ideales, también fue la década de la búsqueda del amor eterno y del empeño de encontrarlo; cuando creí encontrar a la mujer con la que pasaría toda mi vida decidí vivir con ella y me casé. Estaba lleno de sueños que eran sólo eso, “tantos proyectos que se quedaron en el aire”, diría Aznavour.
Durante esa década fui un romántico que quería ser escritor, así que escribía y leía mucho, mucho. En mis empeños llegué a publicar en algunas revistas tanto de la ciudad de México (Lenguaraz, emeequis y La pluma del ganso), como de León Guanajuato (El canto del ahuehuete).  También estudiaba francés, ruso y chino mandarín: estaba ávido de conocimientos y estudiar y aprender era algo que en verdad me apasionaba (una de las pasiones que lamentablemente abandone en la siguiente década).
Cementerio Pére-Lachaise, París.

Considero que los veintes fueron una época teórica que comenzaría con los últimos años de la  preparatoria, seguiría en la universidad (cursé tres licenciaturas en tres universidades distintas: Química en la UNAM, Ingeniería biomédica en la UIA y Letras Hispánicas en la UAM. No concluí ninguna) y abarcaría todos los cursos que por entonces tomé: todo era teoría, teoría, teoría.
Los treintas, por el contrario, han sido una década de lucidez, de darse cuenta que no todo lo que creía en los veintes era cierto.
Los treintas han sido una época de emprender, de concretar, de riesgos personales y profesionales, pero sobre todo de fracasos, muchos fracasos; en los veintes la posibilidad del fracaso ni siquiera se concibe, pero en los treintas he debido enfrentarme a dos grandes tropiezos.  

El primer tropiezo fue al saber que el amor idílico no existe; una verdadera y sana relación de pareja es consecuencia del respeto, de la libertad y de la honestidad, en resumen de la madurez de los miembros. Sobre esto entendí que el amor jamás debe ser sufrimiento. A los 30 años me fui a vivir con mi novia, a quien conocí cuando tenía 26 años, con la firme idea de forjar un futuro, de hacer de nosotros una pareja mejor que cualquiera. No fue, no pudo ser y terminamos por separarnos. Aparte de lo ya dicho aprendí algo más, quienes opinaron y llegaron a criticar mi relación fueron los primeros que desaparecieron cuando nos separamos. La gente está siempre a la orden para criticar pero muy pocos lo están cuando caes.  También aprendí que las bondades que se pregonan sobre el matrimonio tradicional son más falsas que las tetas de Sabrina Sabrock. 
El segundo tropiezo se dio en el ámbito empresarial. Formé una empresa, creí que la juventud,  el ímpetu inherente a ella y mis conocimientos eran suficientes. Ahora, al albor de los treintas, removiendo aún los fragmentos de un negocio que se desplomó y me ha dejado casi en la ruina, sé que no es así: quise correr y corrí mucho, pero si corres y tropiezas es seguro que irás al suelo y las caídas siempre serán estrepitosas. Hoy sé que es mejor ir lento, así es más difícil que caigas, y si tropiezas es más fácil retomar el equilibrio evitando la caída. Voy terminando los treintas casi en la ruina empresarial, pero con mucha, mucha más experiencia. 

La soledad. He conocido una cara más real y tangible de la soledad. A los veintes sientes que estas solo y que nadie te entiende, pero siempre estas rodeado de amigos, de tu pareja, de jóvenes como tú: nunca falta quien pueda hacerte compañía porque la mayoría de tus allegados siguen solteros. En los treintas vas experimentando una verdadera soledad: por un lado te distancias de tus amigos que ya han tomado su rumbo y las aventuras y reuniones desaparecen, la prioridad es su familia. Sin embargo, esta conciencia más tangible de la soledad te hacer ver que debes vivir de acuerdo a tus principios y convicciones, ya que siendo que vas marchando solo no tienes por qué tragarte la crítica mezquina de los demás. Porque nadie de esos que te critican estará ahí cuando fracases, nadie, nunca lo están, te quedas completamente solo. Esta conciencia de la soledad en la que se vive te puede revelar también tu esencia única y  hacerte ver que tus circunstancias también son únicas; entiendes que compararse con los demás es una autolaceración y un auto menoscabo. Somos únicos, es nuestra vida y son nuestras circunstancias, lo peor es compararse con los demás. 

Cenando, CDMX.

 Así, en estos casi cuarenta años he acumulado varias cicatrices. Pero esas cicatrices son experiencias, pedazos de carne o alma –o lo que quiera que eso signifique- que al cicatrizar han dejado una piel más resistente. La vida no es fácil, ni el amor, ni vivir en pareja, ni tener una empresa, ni la soledad, nada. Pero es la vida que he escogido, consecuencia de mis buenas o malas acciones, y hay que asumirlas y aprender de esas experiencias.
Contrario a lo que podría pensarse tengo mucha motivación en llegar a los cuarenta años. Lo anhelo. Porque hoy soy consciente de lo que sé, de lo que quiero y de lo que soy capaz de hacer. Llevo dos años abriendo camino y preparándome para recibir  mis cuarenta años con el espíritu, el cuerpo y la actitud renovada. Me considero un joven con experiencia que ya no está dispuesto a perder vida en lo que, ahora sé, no vale la pena. Ahora conozco, si no el camino que debo seguir, sí el que no lleva a ningún lado.  Estoy entusiasmado y hoy busco recobrar todo eso que me llenaba de vida y que me impulsaba cuando estaba en los veintes y que por alguna razón abandoné en los treintas. Son cosas que aún me motivan y que al ir retomándolas he vuelto a sentir esa pasión que estos últimos días había perdido casi por completo.
Quiero levantar mi empresa, y otra y otras más: ya lo hice un día y sin ninguna experiencia.
También he comprendido que una buena compañía es de las maravillas que esta vida te ofrece y estoy dispuesto a tomarla; sin embargo ya no busco al amor de mi vida, ahora busco a mi compañera de vida, el amor y la pasión llegaran con ella, no al revés.
¿Qué he aprendido de los fracasos y de estos nueve años? A no correr; el paso firme y lento, por contrario que parezca, te ahorra muchos retrocesos. Ser paciente; todo llega cuando no desistes, apresurar las cosas no siempre es bueno. Los sueños se hacen realidad  siempre que no desistas y hay que estar preparados para cuando se cumplan. No tenemos por qué cargar con cosas que ya no nos sirven y sólo nos limitan, esto aplica para objetos y para amistades: si una carga te detiene en el camino hacia tus sueños, hay que liberarse de ella. La principal persona a quien jamás debes traicionar es a ti mismo; la primera persona con la que no se debe ser egoísta es con uno mismo. Hay que alejarse de la gente tóxica, esa gente que sólo jode, a la que no le importas una mierda y sólo te contamina con sus ideas pesimistas o se pasa criticando tu vida con el simple objeto de enaltecerse ante ti. Y, quizá la más importante: vivimos en un mundo de estereotipos y moldes, hay que librarse de ellos.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Las mujeres en mi vida.

De Nathalie Picoulet
Siendo soltero he podido relacionarme de forma mucho más libre con las mujeres. Me refiero a que puedo salir, charlar o pasear y mantener amistad con ellas sin restricción alguna y sin tener que mentir u ocultarme: Ventajas de ser soltero.

Tengo muchas amigas. Amigas de la infancia o de la adolescencia, de la universidad; ex novias con las que aún mantengo relación de amistad y mujeres que he ido conociendo en el transcurso de estas casi cuatro décadas de vida (al momento en que escribo esto estoy por cumplir treinta y nueve años de vida). Todas ellas han dejado, o van dejando, huella en mi vida; algunas la han cambiado, otras han dejado en mi memoria gratos recuerdos que me llevaré hasta la muerte. Ha habido, en efecto, momentos tristes, pero son los menos.
Mujeres, he vivido rodeado de ellas y puedo decir que son lo que más me gusta de este mundo. Son para mí, como dicen, “una de las bellas artes”; son lo que le da sentido a mi existencia, a mi empeño, a mis esfuerzos; para qué negarlo, y es que ¿hay acaso otra razón más importante para ser hombre?
Con lo anterior no quiero decir que he sido un mujeriego. Dicen que en la vida hay tres tipos de hombres: Los Don Juanes; los que quisieron serlo y no pudieron, y los que pudieron serlo y no quisieron.  Yo son de los segundos, la razón es que suelo enamorarme fácilmente y no tengo ni la moral para mentirle a una mujer de esa forma, ni la intención de vivir una vida llena de frustración. Diré simplemente que teniendo pareja me centro completamente en ella, en nosotros; en realidad mis intereses jamás han sido andar con muchas mujeres, no es algo que me motive ni que me estimule. Hay muchas otras cosas que me nutren como ser humano, ser un Don Juan no es una de ellas.

Sin embargo, por una u otra razón he llegado soltero a mis treinta y nueve años. Son casi cuatro décadas de vida en las que, al no haberme casado, he tenido la libertad de relacionarme con cuanta mujer aparece en mi vida. Pero hay que aclarar algo, al decir “relacionarme” no debe leerse como que me he acostado con todas. Muchas han sido, y son, mera amistad. Y  la amistad con una mujer es de las cosas más preciadas que he podido tener de ellas.
Las mujeres son distintas a nosotros, ven las cosas de diferente manera y compartir esa visión que tienen del mundo nutre mucho. Con cada mujer con la que he compartido momentos de mi vida he aprendido mucho más que de aquellos hombres que se dicen Don Juanes y creen saber todo de ellas. Me gusta hablar con ellas, pero sobre todo me gusta escucharlas. Muchos hombres se han privado estúpidamente de todo lo que puede aportarles la mente femenina.
Algo he aprendido, las mujeres son diferentes entre ellas; cada mujer es única y es una vaguedad intentar generalizar. Haberlas conocido a cada una de ellas me hace sentir afortunado, pero aún y cuando la soltería me ha brindado esa posibilidad sigo guardando el deseo de compartir mi vida con una, ya alguna vez viví con una mujer y es una experiencia maravillosa.

Por todo lo anterior he creado el tag "Ellas", para hablar precisamente de ellas, de cada una de las mujeres que he conocido (y voy conociendo) en mi vida y de una u otra forma han influido en ella.
Va por ellas con todo el aprecio y admiración que me merecen.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Mariana

La primera mujer de la que comenzaré hablando es de Mariana por una enorme razón, en este momento en que he decidido escribir sobre las mujeres que aromatizan mi vida, es ella la única mujer por la que me gustaría abandonar mi soltería. Pero como grande es la razón de mi interés por ella grande es la dificultad que enfrento para hacerla realidad: Mariana vive en Colombia, yo en México.
El espíritu animoso dirá que todo es posible, y en efecto la esperanza en ello es algo que se mantiene vivo, aunque a veces agonizante. Es posible, cierto, pero sólo desde mi perspectiva; ella es un ser humano libre y es posible que para ella esa posibilidad ni siquiera este contemplada. La mía es, al fin, la tragedia de todo ser humano que quisiera intentar algo con otra persona.
Mariana se ha convertido en un ideal, en eso que atina a decir Pablo Milanes “no es perfecta, más se acerca a lo que yo simplemente soñé”.
Al momento de intentar hacer una descripción de lo que para mí es Mariana, la primera palabra que me llega a la mente es “linda”. Mariana es linda; es cinco años menor que yo, es decir que está dentro del rango de mujeres de mi generación; le gusta leer, es una mujer libre, independiente, ama a su mascota, es una mujer que va hacia adelante, que no se conforma; una mujer que busca, que avanza. Por si fuera poco, no desea tener hijos; le gusta viajar, aprender y experimentar. Es una mujer amigable y ha sido buena amiga a la distancia. ¿Podría ser mejor? Sí, es colombiana y es una mujer hermosa.
Jamás le he hablado de amor, ni siquiera como una insinuación accidental porque, seré honesto, no la amo, pero sé que fácilmente podría hacerlo (deseo hacerlo). Y asediarla en este momento en el que ni nos hemos visto, sería un riesgo muy grande pues en vez de acercarme más a ella podría alejarme, y este temor podrá darles una idea del grado en que aprecio su presencia en mi vida.
Mis planes más próximos son conocerla personalmente, pero el revés económico que he sufrido en mi negocio ha demorado que cumpla este deseo. Espero que cuando esto suceda no sea ya demasiado tarde, y espero aún más –o mejor dicho, lo deseo también- que ella no destruya esa esperanza que he cimbrado con ella, y mejor aún la avive.
No le he dicho nada ni le he prometido nada, porque las promesas las hace cualquiera y con ella sólo quiero manejarme con certezas; tal es el pedestal en que la tengo sin que ella lo sepa. Y he resistido hacerlo, tantas e innumerables veces.  
Hay algo importante: ella vendrá a México en un par de meses. No echaré a perder nuestra amistad, pero si logro atizar un poco de interés por mí de su parte, no dejaré pasar la oportunidad. Y pongo todo mi empeño en poder ir a Colombia enseguida que ella venga.
Todo esto ha sido algo doloroso, pero debo manejarme en la realidad, aunque duela. Si hay algo más doloroso que la verdad es el descubrimiento de una mentira, de una ilusión vaga y sin sustento alguno.
De saber que ella siente algo, aunque sea distante, parecido a lo que yo siento por ella, haría todo a mi alcance por concretarlo. Quizá algún@s piensen que debo arriesgarme, pero no voy a perder una valiosa amistad por un lance a ciegas, o no sé, eso pienso, a menos que no sea lo suficientemente lucido para notar lo contrario. En fin, ella es Mariana y seguro que volveré hablarles de ella.          

martes, 12 de diciembre de 2017

Pro aborto y defensor de animales, ¿una contradicción?

Para los que estamos a favor del aborto y también nos asumimos en contra del maltrato animal, hay quienes encuentran una contradicción y nos llaman “doble moral”.
Detrás de esa acusación no hay nada que la sustente, es simplemente una forma de joder, de intentar hacernos creer que defender la vida de los animales no tiene sentido si estas a favor del aborto. Para ellos el aborto representa un atentado contra la vida, un asesinato. No se puede estar a favor del asesinato cuando se está contra las corridas de toros o contra el maltrato animal, esa es su “lógica”, entrecomillada porque de lógica no tiene nada.


Como no puedo ser la voz de todos hablaré a título personal.
La cuestión tras mi postura a favor del aborto es por una concepción más profunda sobre la vida del ser humano y que no sólo se reduce a asumirla en un sentido biológico. Quienes condenan el aborto defendiendo la vida no ponen el mismo empeño en defender la vida de los niños y niñas que viven bajo las peores condiciones humanas. Sí hay campañas e inversión para plantar postura contra el aborto, pero esas mismas personas jamás hacen campañas para proporcionar una vida digna a esos seres humanos que ya forman parte activa de nuestra sociedad. Mi postura –como quizá la de muchos- es por evitar el sufrimiento y la miserable vida de todos esos seres humanos que han llegado a este mundo a vivir una muerte lenta y agónica. Sí, hay una mayoría de esos seres que llegan por la irresponsabilidad de sus padres, sin embargo, esa irresponsabilidad no tiene por qué pagarla el nuevo ser que ha nacido de ellos. La intención tras el apoyo al aborto es precisamente evitar la proliferación de seres humanos en condiciones de penosa existencia, que sólo sufren abandono, maltratos, carencias y sufrimiento. ¿Se trata de traer al mundo más seres humanos para que “vivan” a toda costa aunque lleven una existencia miserable en cada uno de sus días? Aquí apelar a cuestiones religiosas no cabe, ya que Dios tampoco ha bajado a alimentar ni a dar una vida digna a todos esos niños y niñas.
 Así entonces, bajo esta ideología, es fácil entender por qué los buscamos que quienes habitan el planeta lo hagan de forma digna, procuremos también una vida digna y sin sufrimientos para los animales.  
La muerte es algo inevitable para todos, sin embargo, a pesar de que sabemos que algún día vamos a morir, deseamos que ese suceso se dé sin sufrimiento. El sufrimiento, considero yo, es lo que buscamos evitar tanto en los seres humanos como en los demás seres vivos. Y así como no deseamos que un ser humano venga a este mundo a sufrir, sin ninguna oportunidad por llevar una vida digna, del mismo modo deseamos que los animales eviten sufrimientos.

En realidad, creo yo, no hay ninguna doble moral tras la aparente contradicción entre quienes defendemos el aborto y a la par defendemos la vida de los animales.  

El tema del aborto da para mucho más texto, sin embargo, esta explicación no tiene como fin ahondar sobre ello. Sólo quise plantar mi postura ante quienes creen encontrar una doble moral en quienes estamos a favor de aborto y nos manifestamos contra el maltrato animal.  

lunes, 11 de diciembre de 2017

Murió mi gato, Rubio.

Hoy en la madrugada un perro mató a mi gato, Rubio.

Lo encontré tirado en la esquina de la casa, inmóvil y sucio; el cuello apretujado y unos orificios en él manchados de sangre.
Ya sé que en la muerte de cualquier mascota hay algo de responsabilidad del propietario, porque al final están bajo tu cargo. Sin embargo, es muy difícil cubrir todos los aspectos de su seguridad sin que, en la misma proporción, restrinjamos su libertad. Siempre puede haber algo fuera de nuestras manos, aún en nuestra vida cotidiana esto es así.
Rubio pidiendo atención.
Mi gato solía visitar el tejado de mi vecino, hasta ahí era su límite. De alguna forma el día de ayer logró bajar al patio y de ahí salir a la calle brincando una puerta metálica considerablemente alta. Supongo que siendo un gato casero, jamás expuesto a ningún tipo de peligro, no supo manejarse fuera y, creo yo, el perro lo tomó por sorpresa. Cerca de donde lo encontré hay dos árboles que pudo haber trepado para huir, un par de metros más allá hay una pickup donde pudo guarecerse. Creo que debido a su inexperiencia fue que lo tomaron desprevenido.


Asumo la responsabilidad que me corresponde, pero es imposible e inhumano atar a un gato. Tampoco me fue posible cubrir todas sus posibilidades de exploración.
Me queda el dolor de su pérdida, pero también la satisfacción de saber que fue un gato rescatado de la calle y que los meses que vivió con nosotros –mi gata y yo- la pasó de maravilla. Jamás recibió una reprimenda, comió bien, jugo, durmió a placer, lo abracé cuanto pude, quizá más. Fue un gato querido y eso siempre se le demostró. Jamás le negué una caricia, jamás lo ignoré.
Rosa y Rubio

Hay cosas que no olvidaré, como esa costumbre que tenía de acompañarme al sanitario y montarse sobre mis piernas. Cuando le abría la pequeña puerta siempre se lo tomaba con calma antes de entrar, y lo hacía encorvado y como danzando. Era un obsesionado con los pies, apenas miraba mis pies descalzos se lanzaba a morderlos. Le gustaba subir al techo y pasar la mayor parte del día ahí tomando el sol. Era un trepador, un tira objetos, un gato muy dócil. Se ha ido Rubio. Sé que vivió bien, que fue feliz. Y lo que importa es lo vivido, tras la muerte ya no hay más.
Lo extraño.

lunes, 4 de diciembre de 2017

La sandía y el cunnilingus

Me gustan los frutos jugosos como la mayoría de los cítricos. En especial me gustan las naranjas, las mandarinas y las limas. Sin embargo, ese gusto tiene mucho que ver con una peculiaridad en la manera que prefiero comerlos: en gajos.
Sí, prefiero retirarles la cascara e ir comiendo gajo por gajo; morder de forma individual  cada lóbulo tibio y que con la presión de mi boca éste reviente desprendiendo todo su jugo.
Sucede lo mismo con la sandía o el melón. Éstos frutos tienen una característica similar a los gajos de los cítricos que mencioné; la diferencia radica en que son, digamos, carnosos. Pero al morder su carne irremediablemente discurren en jugo, un jugo que no deja recoveco de tu boca sin inundar.


¿No sucede algo similar cuando practicas cunnilingus a una mujer?
Quienes gustamos de esa práctica sabemos que puede ser similar a comer una sandía sin recato, sosteniendo de la cascara una generosa rebanada con ambas manos, en un gesto casi equiparable a cuando rodeas los muslos para atraer hacia ti el monte de Venus. Así haces con la sandía, la atraes hacia ti, comes y deglutes y es imposible salir bien librado: el jugo rojo empapa alrededor de tus labios, la punta de la nariz –casi es posible respirar el líquido-, y se escurre por tu mentón, te llega a las mejillas y así tienes medio rostro empapado.
Algo similar sucede cuando sitúas tu rostro en medio de las piernas de una mujer e intentas devorarla.
Vas hacia ese cuerpo a degustar sin recato -como debería ser el sexo-, a empaparte, lo sabes; pero en el caso de la mujer se trata de un fruto perenne y por más esfuerzo que hagas permanece ahí: infructuosa labor por ingerirlo, por exprimirlo todo.  Puedes estar ahí un buen tiempo, como comiendo una sandía o un melón tras otro.  Y terminas con la boca endulzada, desconcertado y satisfecho.  
Desde esa postura puedes ver los dos senos reposando a lo lejos, como cuando vas en territorio llano y a lo lejos divisas los montículos a los que esperas ascender. Montículos que tiemblan en cada espasmo, como hechos de arena fina que se deforman al tacto pero que siempre vuelven a su estado original.
Cuando terminas una sandía –comida sin recato, lo hemos dicho- te enjuagas medio rostro, o de menos tratas de limpiarlo con un paño. Debe ser pronto, el jugo tiene la peculiaridad de secarse rápido.
Cuando crees que has hecho suficiente con una mujer, te comportas como un niño al que no le importan las apariencias: dejas que los fluidos sequen –y secan pronto-, y sigues, quizá a los montículos donde humedecerás un poco, donde terminará por secarse todo ese líquido que llevabas en medio rostro. Es lo bueno del sexo, pocas veces sabes lo que sigue: como un baile en el que el ritmo y la pasión son las que dan paso a los movimientos, no al revés.


Hay quienes comen sandía sin ensuciarse. A veces suelo hacerlo también: la pico en figuras geométricas azarosas y las vierto en un boul; de ahí las voy tomando con un tenedor. Un trabajo limpio.

Afortunadamente con la mujer no es posible hacer eso. Las reglas del buen comensal no aplican. Comes –o intentas hacerlo- directamente, sin cubierto de por medio, sin modales, sin recato. Es la gula infructuosa, insaciable; acabarás con medio rostro humedecido, pero está bien, es signo de que está bien. Comes como un maldito hambriento, te ensucias, te escurre por el mentón; a ella no le importa. Te insta a que sigas, sin modales, sin mantel, sin etiqueta. Y sigues. Da igual. El líquido se seca pronto.

domingo, 16 de julio de 2017

Una noche en Playa del Carmen

Tenía 27 años, unos meses atrás había conocido a I… y ya habíamos salido algunas veces.

En esos días hice un viaje con dos amigos a Chiapas; nos fuimos en auto, manejando alternadamente en turnos de dos horas. Pasamos la primera noche en la selva de Palenque, donde me tomaron esa foto; al día siguiente nos fuimos a Playa del Carmen donde nos quedamos en una tienda de campaña a unos metros de la playa. Esa noche, como la anterior, bebimos mucho, cantamos, reímos y comimos atún directo de las latas; en un momento de la velada experimenté una extraña necesidad y fui a un teléfono de monedas donde marqué a casa de I…. Nadie contestó, después supe que se había ido a León con su familia.

Recuerdo mucho esa noche porque tenía a mis amigos, tenía la aventura de la libertad, tenía la alegría del alcohol, la juventud, la noche, el mar y el sonido de la solas rompiendo en la oscuridad. Y, sin embargo, quería escucharla. Deseaba oír su voz. Esa noche me di cuenta que estaba jodido. Esa noche me di cuenta que estaba enamorado de ella.

De vuelta de aquel viaje sólo pensaba en decírselo. En una especie de poema le expliqué lo que había sucedido en Playa del Carmen. Unas noches después fui a su casa, no había mucho que explicar: Nos besamos por primera vez. 

domingo, 9 de julio de 2017

En el café de la juventud perdida


Me tomó dos días leer esta novela de 131 páginas, pero fue suficiente para llevarme por un nostálgico recuerdo de mi juventud, a esa época donde tenía veinte años y llevaba también una vida bohemia con aspiraciones de convertirme en escritor. Al igual que los personajes de
la novela me solía reunir con compañeros  escritores y poetas. Compartíamos nuestros escritos, leíamos poesías de nuestros autores preferidos y hablábamos del amor, la amistad, el descubrimiento de la vida y nuestras obsesiones. Todo esto compone la atmósfera de la novela, que es el ambiente que rodea a la protagonista, Jacqueline Delanque,.

Jacqueline Delanque vive en París, tiene veintidós años y convive con los jóvenes bohemios del Paris de los años  60. En la voz de los diferentes personajes que la conocieron durante esa época, y de ella misma, es como la vamos conociendo: Una joven solitaria, confundida y atormentada. Cada uno de los personajes que tuvieron alguna relación con ella nos van aportando detalles  de su vida, todos ubicados en la época en que se reunían en el café Le Condé.   

Esta novela fue, como dice Charles Aznavour en aquella canción Je n’ai rien oublie, volver y darse un baño de adolescencia, un delicioso retorno a los recuerdos de mi juventud.

Modiano, Patrick. En el café de la juventud perdida. Anagrama, 2008, Barcelona.

miércoles, 5 de julio de 2017

Viajando bajo la lluvia

Era la media noche del domingo, escampaba, yo venía sobre la calzada México-Tacuba. En un cruce una pareja esperaba la luz verde al igual que yo, las ventanas de su auto cerradas, hablaban.
A veces extraño esos momentos, el aislamiento temporal mientras viajas en el auto, la soledad de dos y la calidez que eso provoca mientras la lluvia a fuera lo empapa todo.
El pequeño espacio en el que uno se confina estando en un auto crea una intimidad que me gusta, y cuando llueve esta intimidad se estrecha aún más; el hallarnos ahí adentro en esa pequeña burbuja no deja más remedio que la convivencia, la cercanía obligada, los besos esporádicos en cada semáforo, los silencios  que sólo avivan nuestra presencia.

A veces extraño eso.

Siempre habrá más lluvias.




domingo, 2 de julio de 2017

El show de Truman, metáfora de nuestra "realidad".

El día de ayer volvía a ver la película El Show de Truman (1998), interpretada por Jim Carrey, que trata sobre la vida de un hombre que, sin saberlo,  ha estado encerrado en un reality show desde su nacimiento.


El productor del reality ha construido un pequeño pueblo dentro de un domo completamente cerrado en el que todo es parte de una simulación, desde los pobladores que son actores hasta las puestas de sol, la lluvia y la historia que se teje alrededor del único personaje, Truman, que ignora que el diminuto mundo en que habita es parte de un guion, y que cada suceso es planeado con premeditación por los productores. Truman tiene un trabajo, una casa, un auto y una esposa; sin embargo, ignora que aún la mujer con la que ha vivido durante años tampoco ha sido producto de una decisión libre, ya que ha sido escogida y puesta en su vida de forma estratégica para que se enamorara de ella y terminaran casándose. Y así, sus amigos, vecinos, el tendero, el policía y su misma madre son actores en la vida de Truman. Nada a su alrededor es netamente cierto, aun cuando para Truman así ha sido siempre.   

En el momento del lanzamiento de la película Jim Carrey tenía alrededor de treinta y seis años, que sería también la edad aproximada del personaje. Es hasta esa edad donde Truman comienza a cuestionarse sobre su vida y decide que es momento de salir de ese pueblo y buscar nuevos rumbos, sin embargo, los productores harán todo lo posible por impedirlo generando alrededor de él las circunstancias necesarias para terminar con sus deseos de emancipación. Todo a su alrededor conspira para apagar en él sus sueños de crecimiento, y tal es el empeño de la producción que uno de sus propósitos es que Truman tenga un hijo, a sabiendas de que esto sería una forma de posponer indefinidamente sus planes de emancipación. Sin embargo, la voluntad de Truman es mayor y al final logra vencer sus miedos y todo lo que intenta sabotear sus pretensiones de verdadera libertad.  

Domo 

¿En qué grado muchos de nosotros podríamos estar en la situación de Truman? Quizá estemos inmersos en nuestro domo de seguridad, prisioneros de nuestros miedos y los límites que ese Ente impersonal nos ha impuesto a fin de que jamás salgamos de ese domo que han creado para nosotros. Seríamos personajes que, como Truman, pensamos que somos libres, que podemos decidir siempre y cuando lo hagamos dentro de los parámetros que ese Ente nos ha marcado.

El show de Truman me parece una acertada metáfora de la realidad mediática en que vivimos actualmente. Muchos piensan que son las reglas impuestas por los gobiernos las que sujetan a los hombres y mujeres dentro de nuestra sociedad, sin embargo, esto no es del todo cierto. La forma más imperceptible y efectiva de manipulación y de coacción no reside en el gobierno, sino en la misma sociedad, y los gobiernos la aprovechan cuando les resulta útil. El modo más eficaz de limitar al ser humano es a través de la “opinión pública”, de la “moral” en turno, de la religión, de las pasiones, en resumen, no se trata de encadenar al ser humano de forma externa con grilletes y candados, sino basta con meterse en lo más íntimo de su ser: las pasiones.

Nuestra sociedad se encuentra regida por ideologías, por modas y por deberes y cuanto más nos alejemos de ellas más seremos relegados, linchados por las lenguas viperinas, exhibidos y ridiculizados ante la sociedad, ante la “opinión pública”. Es tal el valor que se le da en la actualidad a la opinión pública que abundan los casos de suicidios de personas que no soportan los juicios y terminan por aniquilarse a sí mismos.  

La idea más ruin y miserable que se ha propagado es la del ideal de “igualdad”. Bajo el precepto de que todos somos iguales, la diferencia no hace más que relegar; pero aún la idea de igualarnos a todos es escabrosa, ya que anula la exclusividad de cada uno de nosotros y busca emparejarnos, acoplarnos a un molde en el que a fuerza nos quieren hacer entrar. Esto es de una manipulación cínica.

Como Truman, habría que pensar en todo eso que nos detiene a salir de nuestro domo aclimatado y “seguro”.  Pensar si deseamos algo más allá de él, o decidimos quedarnos dentro.

Despedida de Truman

Bajo el dintel de la puerta que divide al Domo del mundo real, el productor le dice a Truman “Allá a fuera hay peligros, aquí dentro tienes una vida segura y sin peligros” (Algo así como la historia del Edén bíblico) Truman simplemente contesta “Buenos días. Y por si no nos volvemos a ver, buenas tardes y buenas noches” Acto seguido atraviesa la puerta.      

domingo, 25 de junio de 2017

La industria porno en mexico

La industria pornográfica en México era, hasta hace unos años, prácticamente inexistente. Lo que más se acercó al cine pornográfico, aunque muy de lejos, fue el llamado cine de ficheras, que en realidad eran producciones tímidas, intentos baratos de igualar al cine erótico italiano de la década de los setentas.

El cine de ficheras se limitaba a breves escenas de desnudos y cachondeo mezclado con albures, humor mediocre y ningún esfuerzo por lograr algo de calidad. Lamentablemente, esto es lo único que de cine medianamente erótico teníamos en nuestro país. Hace unos dos años si buscabas pornografía mexicana en alguno de los portales que proveen porno en la web no encontrabas nada, quizá uno que otro video amateur de algunos segundos y de pésima calidad. No sucedía lo mismo con el porno de otros países como Alemania, Italia o Francia, de los cuales se puede hallar videos producidos aún en blanco y negro y de muy buena calidad en cuanto a producción se refiere. En resumen, la industria pornográfica en México era casi inexistente salvo algunas esporádicas excepciones, y  tendrá apenas uno o dos años que ha ido tomando presencia.

La primera película pornográfica de la que se tiene registro fue la de  Ángel Rodríguez Vázquez, llamada Las profesoras del amor, de  1987.

De ahí la primera aparición importante del porno mexicano la tenemos a principios de siglo, entre el 2002 y el 2003, con un filme netamente Gay titulado Sexxcuestro, del productor Laars Robledo y dirigida por Summer Gandolf. El filme recibió la postulación a Mejor guión en el festival internacional de cine erótico Gay en Barcelona, España.

Posteriormente la productora Maldoror, dirigida por Marco Antonio Bustos, realizó dos filmes pornográficos de no muy buena calidad, se trató de Fetiches mexicanos 1 y 2. Por esos tiempos quien también ofrecía algunos videos pornográficos era la revista Tu mejor Maestra, una publicación de contactos sexuales, historias eróticas y fotografías, que ya en la era digital comenzó a ofrecer videos como regalo de fin de año; los primeros videos eran producciones amateur enviadas por sus suscriptores, obviamente se trataba de filmes de muy baja calidad tanto en desarrollo como en la calidad del video en sí. Posteriormente introdujeron algunos videos con una producción bastante pobre, pero no dejaban de ser videos amateur.


No obstante lo anterior, el cine porno mexicano se había mantenido bastante mediocre. En la actualidad hay una productora que considero merece prestarle atención, ya que a mi parecer esta realizando videos de buena calidad; se trata de Sexmex (https://sexmex.xxx/tour/), que ya cuenta con varios videos producidos y una buena cantidad de actrices en su página web. La producción es buena, las historias son las típicas de la industria porno sin caer en la vulgaridad que caracterizaba al cine erótico mexicano. Son actores y actrices jóvenes que me parece están metiendo al cine porno mexicano a la par en cuanto a calidad comparada con otros países, aunque aún sin llegar a alcanzar la calidad del cine Italiano o francés.  No podríamos compararlos con una producción de Mario Salieri, por ejemplo, pero tienen la calidad del cine porno comercial y esto me parece que ya es un gran avance si lo comparamos con las porquerías que se hacían en los 70s.


Esperemos que el cine porno mexicano evolucione para bien, por lo menos ya es posible encontrar algo digno en los portales de videos porno internacionales.

Los nómadas de la noche

Para los que siempre hemos dudado de todo cuanto se dice de Cuba, y no hemos podido visitar la isla para constatarlo o desmentirlo, éste libro resultará interesante.

Son ochenta y nueve páginas en las que Rubén Cortés, un emigrante cubano radicado en México desde hace algunos años, condensa lo que fue vivir en cuba y los destinos que tuvieron algunos de sus allegados, tanto de los que lograron salir de la isla como los que nunca lo hicieron.

En México es común que los de ideología de izquierda (dentro de los que yo mismo me cuento) hablen maravillas de la revolución cubana, de Castro y de la vida en Cuba. Sin embargo, personalmente siempre he tenido mis dudas, pues esa aparente felicidad que envidian los mexicanos contrasta con la cantidad de cubanos buscando salir de la isla, y también con los testimonios de aquellos que la han visitado.

Cuba no es lo que la ideología izquierdista nos ha hecho creer durante años, ni las consecuencias de la revolución cubana parecen haber sido lo mejor para los cubanos; al menos así nos lo hace ver Rubén Cortés en éste libro: restringidos y aislados, Cuba parece ser más bien una enorme prisión donde careces de la más básica libertad de movimiento.


Espero algún día poder visitar la isla y constatar o refutar todo lo que de ella se dice. 

Cortés, Rubén. Los nómadas de la noche, Ediciones cal y arena. México, 2017.

sábado, 24 de junio de 2017

Imelda: Mi primer amor

Hace unos días encontré a quien fuera mi primer amor. Nos conocimos en la secundaria, cuando contábamos con catorce años. Es un poco difícil explicar lo que ha sido esto; alegría, nostalgia, ternura, quizá todo junto en una mezcla que no logro definir.
No se me ocurrió nada más que escribirle algo, un texto que no llegará a conocer porque ya está casada y no quiero ocasionarle un conflicto.  Quisiera poder seguir sabiendo de ella muchos años más, así que mis sentimientos, aunque inofensivos y sin pretensión, sólo quedaran en mí.

Sin buscarla la encontré.
Entonces era una niña
de cabello muy corto, como lo es la adolescencia;
delgada,
 como suele serlo la pubertad.
Yo la abrazaba sobre los hombros
Y así abrazaba por primera vez
La sensación del amor.
A ella la amé con mi corazón virgen;
La pensé innumerables noches
Con mi imaginación de infante.
Hable con ella cada noche
En charlas interminables.

Esa tarde mis amigos y yo pasábamos por ahí, quizá porque era al único rincón por el que no habíamos pasado. Cuando te vi no recuerdo que me gustaras, seguro que yo tampoco desperté algo en ti, y lo sé porque me maldijiste, nos maldijimos, nos odiamos.


Y nos seguimos odiando cada que nos encontrábamos en el receso; nos odiábamos de lejos, y en ese odio recurrente que nos prodigábamos  nos fuimos encontrando cada vez más hasta el punto que ya nos necesitábamos.
¿Cómo fue? No sé si lo recuerdes. Mi memoria tan mala no logra llegar la laguna que hay entre esos días de odio y aquel en el que, sentados frente a la sala audiovisual, procuraba abrirme camino a lo que hacía tantos días no me atrevía a confesar.
Me acuerdo que te di una explicación muy nerviosa y larga, que acabaría siendo una especie de prologo para esa historia que comenzaríamos los dos.
Te pregunté si querías ser mi novia. Recuerdo que los dos adoptábamos una seriedad que de ordinario no teníamos. Recuerdo que demoraste en responder. Recuerdo que me dio miedo. Recuerdo que dije “¿No?”, pero asentiste.
Éramos novios. Pero a los catorce años, ¿qué era eso?
Me acuerdo que ya separados me pregunté ¿qué seguía, qué debía hacer? ¿Qué era ser novios?
Teníamos catorce años, era la primera vez que tenía novia y no sabía qué hacer. ¿Por qué te había pedido eso? Porque te quería, me gustaba estar contigo, me gustaba tenerte cerca. Me gustabas. Te amaba.
Han pasado veinticuatro años, te reconocí  porque en mi memoria jamás te desvaneciste. Te sufrí como te amé, lloré y reí, y después de esa experiencia contigo amé otras veces más, con optimismo y esperanza: tal fue la consecuencia de mi experiencia contigo.
Hoy vas con el cabello largo, usas anteojos, la expresión en tu rostro tiene historia. Eras una niña cuando nos besamos por primera vez y largamente en aquella discoteca ya desaparecida.  
Recuerdo algunas cosas. Te gustaba la canción Colina Azul, aunque nunca supe si la versión de los Teen Top o la de Los Boppers; adorabas a los perros como mascotas, ya veo que eso aún lo conservas; no sé si aún jué
ges videojuegos, pero al parecer sigues teniendo ese carácter explosivo. Aún reconozco tus expresiones de entonces.
Me gustaría un día hablar contigo de esa época. Habrá cosas que recuerdes que yo no, y armar un poco ese rompecabezas que con nuestra relación hicimos juntos. Como dice Charles Aznavour, es bueno volver y recordar la adolescencia.
Me alegra haberte encontrado en mi vida, y me alegra haberte vuelto a encontrar más de veinte años después. Te has casado, yo no. Me quedó con eso, que es mucho.   


viernes, 28 de abril de 2017

Desprecio generalizado por la vida.

El día de ayer dejaron dos gatos abandonados frente a la cochera de uno de mis vecinos, sin alargar la historia decidí acogerlos y darme a la tarea de buscar quién los adoptara.

Ese mismo día, ya en la tarde y mientras entrenaba, un niño entró al gimnasio a vender donas. Serían cerca de las 9 de la noche. No es la primera vez que el niño se mete a vender al gimnasio y lo he visto caminar por las calles vendiendo donas, junto a su hermana. Los niños siempre van solos.



Al día siguiente, le pedí a una amiga que me ayudara a buscar lugares que nos facilitaran poner en adopción a los gatos. Fue un poco triste ver que entraríamos en una larga fila de adopciones por la cantidad de mascotas –entre perros y gatos- que se encuentran esperando en los albergues.

Recuerdo que hace un tiempo me enteré que en la ciudad de México se sacrifican mensualmente alrededor de 15 mil perros, esto es un promedio de 500 perros diarios. El otro dato duro es que el 50% de los perros sacrificados son llevados por sus dueños.

Por la tarde del día siguiente me entero que en el DF hay más de 70 mil juicios por pensión alimenticia en los juzgados, y que por ésta razón los jueces ya podrán congelar las cuentas de los progenitores que no cumplan con las pensiones.

No es una comparación de las mascotas con los niños, sino evidenciar que ambas situaciones derivan de una irresponsabilidad humana; irresponsabilidad de muchos padres hacia sus hijos, que también se refleja, en mayor medida, en la irresponsabilidad con las mascotas.

Siempre he pensado que si el ser humano no manifiesta interés por sus propios hijos, seres humanos que ellos mismos trajeron al mundo, menos lo hará con las mascotas.

Hay un desinterés cotidiano por la “vida” en general: mascotas abandonadas a una muerte segura, niños abandonados, niños ignorados (para esos niños que viven con sus padres pero que no tienen ninguna atención de los mismos), destrucción de la naturaleza, contaminación abominable, y un consumo y depredación de los recursos naturales de forma tan insolente que da miedo.



Sin embargo, crece la indignación cuando alguien es asesinado para despojarlo de un teléfono de 100 dólares. En el fondo es la misma retórica: la vida con toda su magia y unicidad (porque es mágica, única e irrepetible) se ven desplazados por un valor mercantil, por los prejuicios y por las creencias.

Siendo tan normal que la vida sea despreciada de forma tan general, ¿cómo pedir, por otro lado, que “nuestra” vida sea valorada? Esta demanda cargada de falsa dignidad solo tiene su razón de ser en una combinación de indiferencia por los demás y egocentrismo: pido lo que no doy.

Somos parte de lo que padecemos. La guerra moderna con sus bombas de exterminio masivo, motivadas totalmente por el valor económico que representan, son un ejemplo del apocamiento que ha sufrido la “vida” frente a lo desechable, al todo eso que tiene un valor subjetivo.

Las mascotas son un ejemplo de vida, seres con emociones, pero los abandonamos, los dejamos padecer hambre, frío y los maltratamos: nos da igual esa “vida”. Pero nos quejamos del poco valor que tiene nuestra vida y nuestra salud para el capitalismo al que tomamos por maldito. Lloramos ante la injusticia, ante la violencia que nos acecha, ante el abuso de que somos víctimas. Todo eso lo padece la mascota desde su nacimiento hasta su asesinato, en un periodo de vida en el que sólo vive lo peor de este mundo.

Nosotros creamos este mundo, no nos quejemos de él si no hacemos nada por cambiarlo.

domingo, 23 de abril de 2017

Mujeres de 40 y 20 años. La eterna comparación.

Es posible que la foto sea fake, pero la comparativa entre mujeres de 20 y 40 años es algo común; cosa curiosa que no se haga con mujeres de 30 y 40 o 15 y 30.

Parafraseando Salvador Allende,  podría decir que tener 20 años y no tener buena figura es casi una contradicción (y aplica para ambos sexos). Lo mismo aplica para tener 20 años y no ser jovial, no tener sueños y metas, no querer ser algo en el mundo. A los 20 años no puedes decir que has vivido, no puedes decir “en mis tiempos”, ni siquiera puedes decir que has sufrido. Y la integridad del ser humano, el carácter y la fortaleza se forjan con los años, con las veces que te has levantado y la forma en la que has logrado mantenerte en pie. Al paso de los años uno es testigo de cómo muchos se van quedando en el camino, son esos que cayeron y ya no lograron levantarse.   

En términos de frescura, de piel sana y sin cicatrices, de un rostro sin imperfecciones, de unas manos tersas, las mujeres de 20 años llevan la primicia, pero porque es un cuerpo nuevo, sin raspaduras, sin cicatrices. A los 40 años llevas varias cicatrices en el cuerpo y en el alma. Son las huellas del camino, el cansancio de quien ha caminado, las marcas de las batallas que has atravesado. A los 20 años no has hecho nada de eso, eres relativamente “virgen”, aún la vida no te ha puesto a prueba. Y en el lapso de los 20 a los 40, muchos se quedan. Alardear a los 20 de lo que se tiene frente a alguien de 40, es como un bebé presumiendo su perfecta digestión frente a la “imperfección” de uno de 20.
Sin embargo, hay mujeres que llegan a los 40 con la piel raspada, el corazón fragmentado, el alma magullada, pero con el humor y la pasión por la vida intactos. Son mujeres que viven, carcajean, beben, bailan, viajan, aman, aprenden y emprenden. No tienen el cuerpo incólume de una de 20, sería absurdo de alguien que ha vivido muchas batallas. Pero llegan a los 40 con una experiencia y conocimiento del mundo que una mujer de 20 ni siquiera atisba.

En términos de figura, hay mujeres de 40 que conservan un cuerpo hermoso. Eso es meritorio, porque es producto del esfuerzo y no un regalo de la naturaleza. Si a esto le agregamos la experiencia, pues no hay mujer de 20 que pueda compararse.

Me pregunto por qué las de 20 no se comparan con las de 30. Adivino, porque las de 30 aún conservan la figura de sus 20 años, pero diez años más de experiencia: no hay punto de comparación.


Si algunos hombres prefieren a las de 20 años, es porque son manejables; una de 40 no juega, no pierde su tiempo con adolescencias, no es manipulable: a eso muchos hombres le huyen. Es su tendencia a demostrar superioridad, a enseñar, a cuidar. La mujer de 40 no necesita que la protejan.

Como en todo, no generalizo. Cada edad tiene sus virtudes. Creo que no es malo hacer la comparación si la vemos en términos de crecimiento, una comparativa de cómo la mujer cambia al paso del tiempo, no con objeto de hacer menos a una y más a otra, sino para poner las cosas en su justa medida. A los 40 quisiéramos tener la piel y el alma que teníamos a los 20, pero ya llevamos cicatrices que no se borran. Hemos caminado, al menos 20 años más que ell@s. Y es imposible salir raspados cuando se ha vivido en serio.